En una estrategia que reaviva antiguas rivalidades geopolíticas en el Ártico, Rusia ha intensificado su campaña para reclamar como parte de su plataforma continental soberana la cordillera submarina de Gakkel, una formación de 1.800 kilómetros ubicada bajo el Océano Ártico.
Moscú, Rusia – Este ambicioso movimiento, que involucra la presentación de pruebas científicas ante las Naciones Unidas, subraya las crecientes tensiones en torno al control de una región que se perfila como uno de los teatros estratégicos clave del siglo XXI.
Según el director del Instituto Geológico de la Academia de Ciencias de Rusia, Kirill Degtyarev, la cordillera Gakkel constituye una «extensión submarina natural de Eurasia», lo que fundamentaría su integración legal en la plataforma continental rusa bajo las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR). Parece que Moscú no solo busca una argumentación técnica, sino también una emotiva narrativa. Degtyarev llegó a describir esta porción del lecho marino como parte de una «zona de interés por derecho de sangre», una declaración que pone de manifiesto la importancia estratégica y simbólica que Rusia le atribuye al reclamo.
De prosperar esta petición, Rusia obtendría derechos exclusivos para explotar los recursos de la región, tanto vivos como no vivos. Esto incluye un abanico de riquezas que va desde abundantes reservas de minerales y petróleo, hasta recursos biológicos de gran valor económico. Sin embargo, la disputa por la cordillera Gakkel no es una cuestión aislada, sino que encarna una mayor competencia internacional por el dominio en una de las regiones más prometedoras y, al mismo tiempo, frágiles del planeta.
La transformación del Ártico en un tablero político
El Ártico, una vasta región donde las consecuencias del cambio climático están deshelando glaciares y abriendo nuevas rutas marítimas, se ha convertido en un imán para las potencias globales. Las riquezas ocultas bajo su capa de hielo están transformando esta región de baja atención histórica en una zona de creciente interés estratégico. Las tensiones se han intensificado en los últimos años, y países como Canadá, Dinamarca, Noruega e incluso Estados Unidos refuerzan ahora su presencia en la región.
Para expertos internacionales como Whitney Lackenbauer, especialista en estudios circumpolares de la Universidad de Trent, el enfoque ruso va más allá de un mero debate jurisdiccional. “Las declaraciones sobre intereses ‘de sangre’ y vitales reflejan una narrativa histórica que puede ser preocupante en un contexto geopolítico ya frágil”, señaló Lackenbauer. Desde su punto de vista, estas afirmaciones no solo son un intento por situar a Rusia en una posición de ventaja ante la comunidad internacional, sino que además exacerban la desconfianza entre las naciones interesadas en la región.
Rusia no es la única nación que busca reforzar sus reclamos en el Ártico. Dinamarca, por ejemplo, también ha presentado demandas sobre partes de la región, incluida la misma cordillera Gakkel. La creciente competencia es el resultado de la importancia estratégica de un espacio que no solo alberga recursos naturales, sino que además podría redefinir las rutas comerciales globales en las próximas décadas.
Canadá responde con una nueva estrategia ártica
Entre las naciones que observan con especial atención los movimientos de Rusia está Canadá, que comparte grandes segmentos de litoral con el Ártico. En respuesta a las crecientes presiones rusas y el contexto internacional cada vez más tenso, Canadá ha comenzado a adoptar un enfoque más proactivo en la región. La ministra de Asuntos Exteriores, Mélanie Joly, anunció una histórica inversión de 8.100 millones de dólares para fortalecer las capacidades de defensa ártica en los próximos cinco años. Este paquete incluye el desarrollo de infraestructura militar, el aumento de la vigilancia en las aguas del norte y la reapertura de consulados en Alaska y Groenlandia, una medida que refuerza la presencia diplomática canadiense en una región clave.
“La idea de que el Ártico es una región de baja tensión ya no tiene cabida en el panorama geopolítico actual”, enfatizó Joly en una reciente conferencia de prensa. La ministra también hizo hincapié en la necesidad de garantizar la seguridad de las comunidades indígenas que habitan en las zonas árticas, a menudo las más afectadas por la militarización y el cambio climático.
Canadá no está sola en esta estrategia de refuerzo. Sus aliados de la OTAN también han comenzado a redirigir recursos hacia el Ártico, en un esfuerzo por contrarrestar lo que perciben como un expansionismo ártico de Rusia. La cooperación internacional en la región, incluyendo ejercicios conjuntos y la modernización de infraestructuras, evidencia la creciente importancia de la región como un ámbito de competencia entre las potencias occidentales y Moscú.
Un futuro incierto
Pese a que Rusia presentó su primera solicitud a la ONU en 2001 para reclamar una porción significativa del Ártico, hasta el momento no ha logrado un reconocimiento que le otorgue derechos exclusivos sobre las áreas en disputa. Las crecientes tensiones geopolíticas, agravadas tras la invasión rusa de Ucrania en 2022, han complicado aún más cualquier perspectiva de resolución diplomática. El consenso multinacional en el Ártico, antes un modelo de cooperación incluso en épocas de confrontación global, parece estar resquebrajándose.
Lo que está en juego en el Ártico va más allá de su riqueza en recursos naturales. El control sobre esta región puede redefinir el equilibrio de poder en las próximas décadas, tanto en términos económicos como estratégicos. Sin embargo, este renovado interés también representa una grave amenaza para el medio ambiente, una región que ya enfrenta los embates del calentamiento global y cuya preservación es clave para el equilibrio ecológico del planeta.
El futuro del Ártico, muchas veces descrito como la última frontera de la Tierra, se perfila incierto y lleno de tensiones. La disputa sobre la cordillera Gakkel es solo un capítulo más en una compleja historia de ambiciones nacionales, intereses estratégicos e incertidumbre global que seguirá desarrollándose en las décadas por venir.
Referencias: BBC, RT