Una investigación reciente del Reino Unido ha revelado que dispositivos espía rusos podrían haber sido colocados en secreto en los mares que rodean el país, con el objetivo de rastrear los movimientos de los submarinos nucleares británicos. Este hallazgo ha generado preocupación a nivel gubernamental y militar, tras considerarse una posible violación de la soberanía y seguridad nacional.
LONDRES, REINO UNIDO – Una tensa calma submarina parece haberse instalado en las aguas estratégicas que rodean al Reino Unido, mientras crecen las sospechas sobre una sofisticada campaña de espionaje ruso dirigida contra uno de los pilares de la defensa británica: su flota de submarinos nucleares clase Vanguard. Informes recientes, corroborados por fuentes de defensa, sugieren el despliegue encubierto de sensores avanzados diseñados para monitorear los movimientos de estas naves, cuya discreción es vital para la disuasión continua en alta mar del país.
La revelación, que ha elevado las alertas en Whitehall, apunta a una posible grave vulnerabilidad en la seguridad nacional. El sigilo de los Vanguard, portadores de los misiles nucleares Trident, es un componente esencial de la postura defensiva británica y de la OTAN. Cualquier capacidad externa para rastrearlos de forma fiable representa una amenaza directa a esa estrategia disuasoria.
La ambigüedad calculada parece ser parte de la táctica. Interrogado directamente sobre la existencia de dichos dispositivos espía, el embajador ruso en Londres, Andrei Kelin, ofreció una respuesta elusiva: «No voy a negarlo», si bien matizó cuestionando el interés ruso en submarinos con «ojivas nucleares anticuadas». Sin embargo, esta «no negación» ha sido interpretada en círculos de defensa como una admisión tácita de las operaciones.

Expertos y funcionarios británicos enmarcan estas actividades dentro de la «guerra de zona gris» que Moscú parece estar librando: un conflicto latente que evita la confrontación militar directa pero emplea operaciones encubiertas para socavar la seguridad y la infraestructura del adversario. La preocupación no se limita a los submarinos; se extiende a la vasta red de infraestructura submarina crítica que conecta al Reino Unido con el mundo.
El exministro de Defensa, Tobias Ellwood, ha advertido sobre la creciente capacidad rusa en aguas profundas, mencionando la posible instalación de plataformas remotas en el lecho marino que actuarían como bases para minisubmarinos espía. Estos vehículos no tripulados o tripulados estarían, según se cree, mapeando cables submarinos de comunicaciones y energía, cuya interrupción podría tener consecuencias devastadoras para las finanzas globales y las comunicaciones estratégicas. La frase de un alto funcionario resuena con gravedad: «No debe haber duda alguna: hay una guerra en el Atlántico».
Las miradas apuntan a la Dirección General de Investigación en Aguas Profundas (GUGI) de Rusia, una división especializada que opera una flota de buques y minisubmarinos de inmersión ultraprofunda, con capacidad teórica para cortar o destruir cables e infraestructuras en el fondo oceánico. La presencia recurrente de buques rusos sospechosos, como el Yantar, cerca de estas infraestructuras vitales ha sido documentada por la Marina Real Británica (Royal Navy). Los recientes daños inexplicados a cables en el Mar Báltico han avivado los temores de un posible sabotaje coordinado.

Frente a este escenario, el Reino Unido está intensificando sus contramedidas defensivas. El Ministerio de Defensa ha lanzado Project Cabot, una iniciativa en colaboración con el sector privado para proteger la infraestructura submarina. Además, la Royal Navy ha incorporado dos nuevos buques especializados, el RFA Proteus y el RFA Stirling Castle, diseñados específicamente para vigilancia, protección y respuesta submarina.
«Nuestro trabajo es rastrear y responder a las amenazas, recolectar evidencia y asegurar que aquellos que atacan al Reino Unido rindan cuentas», declaró el Capitán Simon Pressdee, un oficial clave en esta misión. El compromiso británico es claro: reforzar las defensas mediante nuevas tecnologías como la inteligencia artificial y patrullas conjuntas con la OTAN para asegurar que «los barcos y aviones rusos no puedan operar en secreto cerca del territorio del Reino Unido o de la OTAN», según un portavoz del Ministerio de Defensa. La guerra silenciosa bajo las olas está en pleno desarrollo, y Londres está decidida a no ceder terreno.
Referencia: BBC, Reuters