En un cambio importante en la estrategia geopolítica de Moscú, Rusia ha comenzado a trasladar recursos y operaciones clave desde Siria a Libia, reforzando su enfoque en el Sahel y el norte de África.
Moscú, Rusia – En un movimiento que marca un cambio trascendental para su proyección de poder global, Rusia parece estar reconfigurando sus operaciones estratégicas en el extranjero, trasladando progresivamente su principal base de operaciones en Medio Oriente desde Tartus, Siria, hacia Tobruk, en Libia. Este reposicionamiento responde a una convergencia de factores, incluidos los desafíos internos en Siria, el creciente interés ruso en África y los cambios en la dinámica geopolítica tras el debilitamiento del gobierno de Bashar al-Assad.
Una transición geopolítica en el Mediterráneo oriental
Desde 2015, la intervención militar rusa en el conflicto sirio no solo aseguró la permanencia de Bashar al-Assad en el poder, sino que también consolidó importantes bases estratégicas en Tartus, un puerto vital en el Mediterráneo, y Khmeimim, una base aérea cercana a Latakia. Estas instalaciones no solo permitieron a Moscú garantizar una presencia militar significativa en la región, sino que también sirvieron como puntos centrales para proyectar su influencia hacia el norte de África y facilitar sus operaciones en el continente.
Sin embargo, el panorama en Siria ha cambiado drásticamente en los últimos años. La resurgencia de fuerzas rebeldes ha expuesto la fragilidad del gobierno de al-Assad, mermando la capacidad de Rusia para operar de manera segura en el territorio y afectando gravemente su acceso a estos activos estratégicos. Esto ha obligado al Kremlin a reexaminar sus criterios de presencia regional y buscar alternativas viables para mantener su capacidad de despliegue militar.
Libia: una alternativa estratégica con desafíos inherentes
El puerto de Tobruk, en el este de Libia, ha emergido como una opción estratégica clave para Rusia dada su ubicación ventajosa en el Mediterráneo central y su relativa proximidad a puntos críticos en África, como el Sahel. Según fuentes de inteligencia y análisis de imágenes satelitales, Tobruk ha experimentado una modernización significativa de su infraestructura portuaria, en línea con el aparente interés de Moscú en convertirla en un punto central para sus operaciones militares y logísticas.
Adicionalmente, bases aéreas como Brak al-Shatti, al-Jufra y al-Qardabiyah están siendo sometidas a amplias mejoras que incluyen la renovación de pistas de aterrizaje, la expansión de instalaciones y la fortificación de sus perímetros. Brak al-Shatti, por ejemplo, ha sido testigo del aterrizaje constante de aviones de transporte militar como el Ilyushin-76, que desde abril de 2024 han suministrado armas, vehículos y personal militar. Paralelamente, aviones de combate rusos como MiG-29 y Su-24 han reforzado las capacidades aéreas de al-Jufra, lo que sugiere que estas bases no solo respaldan a las fuerzas del general Khalifa Haftar, líder militante en el este de Libia, sino que también están configuradas para operaciones más amplias que trascienden el territorio libio.
El puerto de Tobruk, en particular, ha asumido un rol logístico crucial. Se estima que en 2024 más de 6.000 toneladas de material militar ruso, incluyendo vehículos blindados y municiones, han sido transportadas desde puertos rusos hacia Libia, consolidando la importancia de esta infraestructura en la estrategia de Moscú. Además, informes no confirmados sugieren que Tobruk podría ser transformado en una base naval permanente, lo que ampliaría el alcance estratégico de Rusia en el Mediterráneo y fortalecería su capacidad de coordinación con operaciones terrestres en África.
No obstante, el contexto político y de seguridad de Libia plantea riesgos sustanciales. La inestabilidad política crónica, marcada por divisiones internas y un conflicto civil en curso, convierte cualquier colaboración con las fuerzas de Haftar en un proyecto volátil y altamente incierto. Además, las severas condiciones del terreno en Tobruk y otras áreas del este de Libia añaden complejidad a las operaciones logísticas y militares rusas.
La apuesta de Rusia por el África Subsahariana
La creciente atención de Rusia hacia África parece estar focalizada en la región del Sahel, estratégica tanto desde el punto de vista político como económico. Con la creación del «Africa Corps», una nueva estructura que reemplaza las operaciones del controvertido Grupo Wagner desde finales de 2023, el Kremlin busca consolidar su influencia en una región caracterizada por conflictos y oportunidades de acceso a recursos estratégicos como el oro y el petróleo.
Libia, por su ubicación geográfica, se ha transformado en una plataforma ideal para llevar a cabo estas ambiciones. Según informes recientes, los envíos desde Tobruk ya han alcanzado destinos estratégicos del continente como Sudán, Níger y Malí, promoviendo alianzas con regímenes afines y reforzando fuerzas aliadas. Esto subraya un enfoque estratégico alineado con la expansión de Moscú hacia el continente africano, donde busca llenar vacíos de poder en países que enfrentan sanciones internacionales o una limitada influencia occidental.
A nivel económico, los lazos entre Rusia y Libia también se han profundizado. Entidades rusas han obtenido derechos sobre importantes campos petrolíferos libios, mientras que el régimen de Haftar se ha convertido en un receptor clave de productos energéticos refinados de Rusia, eludiendo así las restricciones impuestas por las sanciones occidentales tras la invasión rusa de Ucrania.
Una estrategia en evolución con interrogantes abiertos
El rediseño de la estrategia de Rusia, con Libia como su nueva piedra angular en la región, evidencia tanto la flexibilidad como los desafíos que enfrenta el Kremlin en medio de un entorno internacional marcado por tensiones crecientes. Si bien los esfuerzos por adaptar su red de infraestructura militar destacan su capacidad para mantener una presencia significativa, los riesgos asociados al volátil contexto libio, junto con la presión internacional, podrían limitar los objetivos estratégicos de Moscú.
Este replanteamiento deja entrever las intenciones a largo plazo de Rusia en el Mediterráneo y África. Sin embargo, la sostenibilidad de esta nueva estructura y su éxito frente a la inherente complejidad de los intereses cruzados en ambos territorios, permanecen como incógnitas clave en el tablero geopolítico global.
Referencias: Descifrando la Guerra, Datos de Eekad