Rusia despliega por primera vez una corbeta de guerra para escoltar petroleros sancionados a través del Canal de la Mancha, en un claro desafío a las restricciones occidentales y una prueba a la determinación de la OTAN.

MOSCÚ, RUSIA – En una calculada demostración de fuerza que redefine las reglas del juego en el Atlántico Norte, Rusia ha cruzado una nueva línea roja. Por primera vez desde el inicio de las sanciones, un buque de la Armada rusa ha escoltado abiertamente a petroleros de su «flota fantasma» a través del Canal de la Mancha, una de las arterias marítimas más transitadas y vigiladas del mundo. Este acto no es una simple maniobra naval; es una declaración política y militar que pone a prueba la resolución de Occidente y eleva drásticamente la tensión en aguas europeas.

El pasado 16 de junio, analistas de inteligencia marítima de Starboard Maritime Intelligence Ltd. detectaron una coreografía naval sin precedentes. La corbeta clase Steregushchiy Boikiy, un moderno y bien armado buque de la Flota del Báltico, navegaba en formación cerrada con dos petroleros: el Selva y el Sierra.

No eran buques cualquiera. Ambos figuran en las listas negras del Reino Unido y la Unión Europea, piezas clave en el entramado logístico diseñado por Moscú para evadir el tope de precios al petróleo impuesto por el G7.

«Estamos presenciando el paso de una logística encubierta a una protección militar abierta del comercio sancionado«, afirma Mark Douglas, analista de Starboard. La operación, seguida de cerca por las comunidades de inteligencia de fuentes abiertas (OSINT), fue interpretada como una señal inequívoca.

El Kremlin ya no se esconde; ahora está dispuesto a usar sus activos militares para blindar los flujos de crudo que financian su economía de guerra, desafiando directamente a la OTAN en su propio patio trasero.

El convoy, que se dirigía a puertos rusos presumiblemente para cargar petróleo, representa una escalada deliberada. El petrolero Selva, que intentó enmascarar su identidad operando bajo bandera de Palaos tras presentarse inicialmente como un buque panameño, es un ejemplo paradigmático de las tácticas de engaño empleadas por esta flota.

Compuesta por cientos de buques envejecidos, con seguros opacos y un historial de riesgos medioambientales, la «flota fantasma» ha sido hasta ahora un dolor de cabeza logístico y legal para Europa. Ahora, con escoltas armadas, se convierte en un foco de confrontación militar.

La reacción no se ha hecho esperar. El ministro de Defensa de Finlandia, Antti Häkkänen, calificó estas escoltas como un acontecimiento «sin precedentes», confirmando que movimientos similares ya se estaban produciendo en el Golfo de Finlandia. Estonia también ha reportado un notorio incremento de las patrullas rusas, describiendo un escenario de creciente asertividad por parte de Moscú.

Este episodio en el Canal de la Mancha no es un hecho aislado, sino la culminación de una serie de incidentes en el Báltico. En mayo, un intento de las autoridades estonias de inspeccionar al petrolero Jaguar fue frustrado por las maniobras evasivas del buque y la intimidante aparición de un caza ruso Su-35S, que llegó a violar brevemente el espacio aéreo de la OTAN.

Tras estos eventos, Nikolai Patrushev, una figura clave en el Consejo de Seguridad ruso, anunció que Moscú contrarrestaría las inspecciones occidentales —que calificó de «piratería»— reforzando la protección de sus rutas marítimas. La escolta del Boikiy es la materialización de esa amenaza.

El despliegue de la corbeta Boikiy no fue casual. Este buque, equipado con misiles antibuque Uran y avanzados sistemas de defensa aérea, fue observado navegando con una postura de combate elevada, con personal armado visible en cubierta y puestos de guardia tripulados, una imagen muy distinta a sus tránsitos anteriores.

Aunque es probable que fragatas de la Royal Navy y aeronaves de la OTAN monitorizaran el convoy a distancia, la presencia del buque de guerra ruso tuvo un claro objetivo: disuadir cualquier intento de interdicción.

Con esta acción, Rusia no solo protege sus vitales exportaciones de petróleo, sino que también envía un mensaje contundente: considera sus operaciones comerciales, aunque ilegales bajo el régimen de sanciones, como un interés nacional soberano que defenderá por la fuerza. La pregunta que ahora resuena en las capitales de la OTAN es cómo responder a un desafío que fusiona la guerra económica con la disuasión militar, sin provocar una escalada incontrolada en uno de los puntos estratégicos más sensibles del planeta. El tablero de ajedrez naval ha cambiado, y Moscú acaba de hacer su jugada más audaz.

Referencias:  The Insider, Reuters