Los principales puertos marítimos de China, como Shanghai y Guangdong, enfrentan una desaceleración sin precedentes en su actividad, consecuencia directa de la intensificación de la disputa arancelaria con Estados Unidos. La abrupta entrada en vigor de aranceles estadounidenses más elevados ha paralizado buena parte de las operaciones, poniendo en jaque el flujo comercial y el futuro de miles de empresas exportadoras.

PEKÍN, CHINA – En un giro inesperado, las terminales portuarias más concurridas, entre ellas Yangshan y Waigaoqiao en Shanghái, así como Yantian en Shenzhen, presentan hoy una imagen inusual: muelles, patios de contenedores y almacenes prácticamente vacíos de mercancía destinada a los Estados Unidos. Donde habitualmente se veía un ir y venir incesante de cargueros, la actividad ha caído a mínimos históricos desde que el gobierno estadounidense anunciara la subida de aranceles a un 125% sobre productos chinos.

Ampliando el impacto, la Casa Blanca confirmó poco después que el gravamen efectivo alcanza el 145%, tras agregarse un impuesto específico vinculado a preocupaciones sobre el tráfico de fentanilo. Este movimiento marca el clímax de una serie de incrementos que comenzaron a principios de febrero y que han generado sobresaltos tanto en la producción como en la logística del gigante asiático.

La presión arancelaria ha dejado varados miles de contenedores cuya exportación a Norteamérica contaba con una ventana crítica: el 9 de abril. Informes de operadores y fuentes aduaneras indican que numerosas fábricas en Zhejiang y Guangdong –responsables en conjunto de más de un tercio de las exportaciones chinas– paralizaron la producción ante la imposibilidad de enviar sus productos a tiempo.

La mercancía se amontona en los almacenes sin destino definido, y los operadores logísticos no ofrecen soluciones claras para su reubicación”, relata un empresario de Qingdao, quien califica la coyuntura de “terrible” e incierta.

La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU. intenta mitigar el impacto estableciendo que los envíos que ya hubieran salido de puertos chinos antes del 5 de abril quedarían exentos de los nuevos gravámenes. Sin embargo, los expertos advierten que la medida solo representa un alivio temporal. Según estimaciones de analistas económicos, la escalada podría provocar una caída de más del 50% en las exportaciones chinas a EE. UU. en los próximos años, lo que amenazaría con desacelerar el PIB del país asiático en hasta un 1,5%.

Las cifras reflejan la magnitud de la amenaza: Guangdong exportó 826.000 millones de dólares en bienes en 2024 (principalmente electrónicos y componentes telefónicos), mientras Zhejiang aportó 549.000 millones, en productos como semiconductores y autopartes. De mantenerse la situación, los puertos prevén cancelar hasta el 40% de los viajes de contenedores entre China y Estados Unidos entre mediados de abril y mayo.

Con la tensión arancelaria en aumento y sin visos de una solución diplomática inmediata, la crisis se refleja ya en una paralización parcial de la economía real china y en la incertidumbre sobre los efectos secundarios en los mercados globales. Para empresarios y trabajadores de las regiones portuarias, la pregunta urgente es: ¿podrá el comercio chino adaptarse a esta nueva era de turbulencias y restricciones?

La respuesta, de momento, es tan incierta como la próxima carga que logre cruzar el Pacífico.

Referencias: RFA, TOI