El transporte marítimo afronta una escalada de tensión sin precedentes en Oriente Medio tras un ataque aéreo hipotético de EE.UU. contra Irán. Esto eleva el riesgo para buques comerciales, dispara los fletes y las primas de seguros, y amenaza con estrangular el comercio global.
MEDIO ORIENTE – El fantasma de un conflicto abierto en Oriente Medio ha dejado de ser una lejana posibilidad para convertirse en una amenaza tangible que recorre las cubiertas de los buques mercantes de todo el mundo. Tras la noticia de un supuesto ataque aéreo estadounidense contra instalaciones nucleares iraníes, las aguas estratégicas de la Península Arábiga se han transformado en un tablero de ajedrez de alta tensión, donde cada movimiento puede tener consecuencias devastadoras para la economía global.
El epicentro de esta crisis se sitúa en el Estrecho de Ormuz, la arteria por la que fluye aproximadamente el 20% del petróleo mundial. Organizaciones de peso como BIMCO han lanzado la voz de alarma: el riesgo para la navegación comercial ha alcanzado niveles críticos. No se trata solo de una advertencia protocolaria; es el eco de un temor real a que la respuesta de Teherán se materialice en forma de fuego y acero contra el tráfico naval.

Jakob Larsen, jefe de seguridad de BIMCO, dibuja un panorama sombrío. «No está claro cómo responderá Irán», afirma, pero la amenaza ya es palpable. El análisis de los expertos apunta a que las fuerzas iraníes podrían centrar su represalia en buques de la Armada estadounidense o en navíos comerciales asociados con Estados Unidos e Israel.
Las tácticas podrían variar, desde el uso de drones de ataque y misiles antibuque hasta la posibilidad, aunque menos probable, de sembrar minas marinas en el estrecho, una acción que paralizaría de facto una de las vías fluviales más importantes del planeta.
La amenaza no se limita a las fuerzas regulares iraníes. Sus aliados, los rebeldes hutíes en Yemen, han redoblado su retórica beligerante, ampliando el campo de batalla al Mar Rojo y el Golfo de Adén.
El Centro Conjunto de Información Marítima (JMIC) ha elevado el nivel de alerta a «alto riesgo» para cualquier embarcación con vínculos estadounidenses que transite por estas aguas, recomendando considerar desvíos que, aunque más seguros, implican mayores costes y tiempos de entrega.
El impacto económico de esta escalada ya se siente en los mercados. Las tarifas de los fletes se han disparado. Según datos de Xeneta, los precios al contado desde Shanghái a Jebel Ali, un puerto clave en la región, han aumentado un impresionante 55% en solo un mes.
El sector petrolero sufre una convulsión aún mayor: las tarifas para los superpetroleros (VLCC) en la ruta de Oriente Medio a China se han catapultado un 154% en una semana, un incremento que anticipa una subida inminente de los precios del crudo a nivel mundial.
Paralelamente, las primas de los seguros marítimos se han encarecido drásticamente. Cubrir un buque que se atreve a cruzar el Estrecho de Ormuz cuesta ahora más de un 60% adicional, un sobrecoste que refleja la percepción de un peligro inminente por parte de las aseguradoras.
La respuesta de las grandes navieras es un termómetro de la gravedad de la situación. Mientras que gigantes como Hapag-Lloyd mantienen sus rutas por Ormuz bajo «alerta máxima», otras como Maersk ya habían suspendido previamente sus escalas en Haifa, Israel, un puerto que ha estado en el punto de mira iraní.
Los gobiernos también han movido ficha. Grecia, cuya flota de petroleros es la más grande del mundo, ha emitido una advertencia contundente, instando a los buques de bandera y propiedad griega a permanecer en puertos seguros hasta que la situación se aclare.
Esta directriz pone de manifiesto la vulnerabilidad de una industria que, a pesar de su robustez, depende de la estabilidad geopolítica para operar.
En este clima de incertidumbre, BIMCO recomienda a los armadores actualizar sus evaluaciones de riesgo, navegar lo más lejos posible de la costa iraní y mantener una comunicación constante con las fuerzas navales de la coalición a través de la UKMTO. La decisión final, sin embargo, recae sobre cada compañía: sopesar el nivel de amenaza frente a la tolerancia al riesgo de la tripulación, los propietarios de la carga y la propia empresa. El comercio global, por ahora, contiene la respiración, navegando en aguas turbulentas y a la espera del próximo movimiento en este peligroso juego geopolítico.
Referencia: CNBC, NDTV