Una colisión entre dos grandes petroleros en el Golfo de Omán desató un incendio y una operación de rescate, elevando las alarmas en una región ya volátil. El incidente, ocurrido cerca del estratégico Estrecho de Ormuz, se investiga en un contexto de creciente hostilidad entre Irán e Israel.

MEDIO ORIENTE – En las estratégicas aguas del Golfo de Omán, a un suspiro del vital Estrecho de Ormuz, dos gigantes del mar, los petroleros Front Eagle y Adalynn, protagonizaron una violenta colisión este martes que culminó con un incendio y una dramática operación de rescate. El suceso, aunque inicialmente calificado como un accidente de navegación, ocurre en un escenario de máxima tensión geopolítica, donde la sombra del conflicto entre Irán e Israel se proyecta sobre una de las arterias energéticas más importantes del planeta.

El choque tuvo lugar a unas 15 millas náuticas de la costa de los Emiratos Árabes Unidos. Según los datos de seguimiento marítimo, el Front Eagle, un buque operado por la noruega Frontline y cargado con dos millones de barriles de crudo iraquí con destino a China, impactó contra el Adalynn, un petrolero de clase Suezmax sin carga que navegaba hacia el Canal de Suez. La maniobra, un brusco viraje a estribor del Front Eagle a una velocidad considerable de 13,1 nudos, provocó la colisión contra la popa del Adalynn, que se desplazaba a un ritmo más lento.

Las consecuencias no se hicieron esperar. Las llamas brotaron a bordo del Front Eagle, aunque su tripulación logró sofocarlas con rapidez. Sin embargo, la situación en el Adalynn fue más crítica. 

La Guardia Costera de los Emiratos Árabes Unidos desplegó una operación de rescate de emergencia, evacuando a sus 24 tripulantes y trasladándolos sanos y salvos al puerto de Khor Fakkan.

A pesar de la espectacularidad del incidente y su peligrosa ubicación, la firma británica de seguridad marítima Ambrey se apresuró a declarar que, según sus primeras evaluaciones, el evento «no estaba relacionado con la seguridad» regional.

Esta afirmación busca disipar los temores de que el choque fuera una nueva escalada en la guerra encubierta que se libra en estas aguas. Desde 2019, Irán ha sido señalado como responsable de múltiples ataques a buques, y las recientes hostilidades directas con Israel han exacerbado la preocupación por la seguridad del tráfico marítimo.

El telón de fondo de este suceso es, sin duda, la inestabilidad regional. Informes recientes del Centro Conjunto de Información Marítima (JMIC), liderado por Estados Unidos, han alertado sobre «interferencias electrónicas» que afectan a los sistemas de navegación GPS de los buques comerciales en la zona.

Estas perturbaciones, rastreadas hasta las cercanías del puerto iraní de Bandar Abbas, añaden una capa de complejidad e incertidumbre a la navegación.Irán, por su parte, ha mantenido un elocuente silencio tanto sobre la colisión como sobre las acusaciones de interferencia.

No obstante, la amenaza de Teherán de bloquear el Estrecho de Ormuz —un punto de estrangulamiento por el que transita aproximadamente una quinta parte del petróleo mundial— ha resurgido con fuerza tras los últimos intercambios de ataques con Israel.

Mientras las investigaciones sobre la colisión siguen su curso para determinar las causas exactas, este violento encuentro entre dos colosos de acero sirve como un crudo recordatorio de la fragilidad de las cadenas de suministro globales. En las aguas del Golfo de Omán, un simple error de navegación o un fallo técnico pueden tener implicaciones que van mucho más allá de un accidente marítimo, resonando en los pasillos del poder y en los mercados energéticos de todo el mundo. La línea que separa un incidente de un conflicto es, en esta región, peligrosamente delgada.

Referencias: Aljazeera, Reuters