Se descubren los restos de la fragata holandesa Koning Willem de Tweede, un buque emblemático del siglo XIX, que desapareció en las aguas del sur de Australia en 1857. Durante más de un siglo y medio, el naufragio permaneció sepultado bajo las arenas cambiantes de la bahía de Guichen, cerca de la ciudad de Robe, Australia.


CANBERRA, AUSTRALIA – Un equipo de arqueólogos marítimos australianos ha logrado un descubrimiento sin precedentes: los restos de la fragata holandesa Koning Willem de Tweede, que naufragó en 1857 durante una violenta tormenta frente a las costas de Australia Meridional. Tras más de 160 años oculto bajo las arenas movedizas cerca de Robe, el pecio ha sido finalmente identificado, arrojando luz sobre uno de los episodios más trágicos de la navegación del siglo XIX.

Construido en 1840 en los astilleros de Holanda Meridional, el Koning Willem de Tweede —originalmente bautizado como Erfprinses van Oranje— era una imponente fragata de 42 metros de eslora y 800 toneladas, diseñada para transportar pasajeros y carga. Su robusto casco de roble y su aparejo completo lo convertían en una embarcación emblemática de la época, hasta que fue rebautizado en honor al rey Guillermo II de los Países Bajos.

En junio de 1857, el barco zarpó de Hong Kong con 400 mineros chinos rumbo a los ricos yacimientos de oro de Victoria (Australia). Para evitar los elevados impuestos de la colonia británica, los pasajeros desembarcaron en Robe y emprendieron una caminata de 400 kilómetros hacia las minas. Mientras tanto, la fragata quedó anclada en la bahía de Guichen, a la espera de mejores condiciones meteorológicas.

El 30 de junio de 1857, una brutal tormenta azotó la zona, arrancando el molinete del ancla —un mecanismo esencial para su sujeción—. Ante el peligro inminente, el capitán Hindrik Remmelt Giezen tomó una decisión desesperada: varar el barco en un banco de arena cercano para evitar su hundimiento.

Sin embargo, la fuerza del oleaje partió el casco en dos, y 16 de los 25 tripulantes perecieron cuando su bote salvavidas volcó en el mar embravecido. El capitán Giezen sobrevivió milagrosamente aferrado a un barril y fue rescatado días después. Los cuerpos de los ahogados fueron enterrados en las dunas cercanas, mientras el pecio quedó sepultado bajo las arenas movedizas, perdiéndose en el tiempo.

A pesar de su proximidad a la costa, la ubicación exacta del naufragio permaneció oculta durante más de un siglo y medio. Las arenas dinámicas de la bahía de Robe enterraban y revelaban fragmentos del barco, dificultando su localización. Los buzos describieron condiciones extremas: visibilidad casi nula debido a las «tormentas de arena submarinas«, que convertían las inmersiones en una tarea casi imposible.

En 2022, se lanzó el Proyecto del Naufragio del Koning Willem de Tweede, una colaboración entre el Museo Marítimo Nacional de Australia, la Fundación Silentworld, el Departamento de Medio Ambiente y Agua de Australia del Sur y la Universidad de Flinders. Utilizando magnetómetros, el equipo escaneó el lecho marino hasta detectar una fuerte señal magnética correspondiente a un barco de 140 pies —las dimensiones exactas de la fragata—.

Tras años de obstáculos por el mal tiempo, en marzo de 2025, una ventana de clima tranquilo permitió a los buzos explorar con claridad. El investigador principal, James Hunter, relató el emocionante momento en que topó con el cabrestante de hierro del barco, incrustado en la arena, junto a tablones de madera sorprendentemente bien conservados.

Para confirmar la identidad del pecio, en 2023 se hallaron fragmentos de cerámica china del siglo XIX en una playa cercana, coincidiendo con la carga del barco. Además, no se detectaron otras anomalías magnéticas en la zona, reforzando la teoría de que se trataba del Koning Willem de Tweede.

El pecio, ubicado a 1.300 pies de Long Beach (Robe), ha sido declarado sitio protegido. Aunque se permite el buceo, las autoridades instan a no perturbar los restos. Futuras expediciones buscarán más artefactos, ya que el hundimiento repentino dejó atrás pertenencias y equipo que podrían revelar detalles inéditos sobre la vida a bordo y la fiebre del oro australiana.

James Hunter bromeó: «Sería ideal encontrar una campana con el nombre del barco… pero hasta entonces, la evidencia es abrumadora».

Este hallazgo no solo cierra un capítulo histórico, sino que abre una ventana al pasado, ofreciendo a los investigadores una oportunidad única para estudiar la navegación del siglo XIX y las migraciones vinculadas al oro.

Referencias: NL Times, All That’s Interesting