Las aguas del mar Báltico se convirtieron en escenario de un episodio de alta tensión geopolítica y militar que involucra a Estonia, Rusia y la intervención de la OTAN. En el centro de la controversia se encontraba un petrolero de gran calado, el “Jaguar”, objeto de sospechas por su presunta participación en la maniobra rusa de exportación de crudo bajo sanciones internacionales.
MOSCÚ, RUSIA – Un incidente de alto riesgo en el mar Báltico escaló hasta convertirse en una grave crisis diplomática cuando un caza ruso Sukhoi Su-35 penetró sin autorización en el espacio aéreo estonio, horas después de que la Armada de Estonia intentara interceptar un petrolero sospechoso vinculado a la red de exportación de crudo sancionado de Rusia.
El episodio, que ha sido calificado por el gobierno estonio como «completamente inaceptable», comenzó el 13 de mayo cerca del estratégico puerto ruso de Primorsk, donde el buque Jaguar —un petrolero de 105.000 toneladas con bandera de Gabón— fue abordado por patrulleras estonias tras negarse a obedecer órdenes de desviar su rumbo. Sin embargo, las bases de datos marítimas revelan que la embarcación opera bajo una identidad dual: registrada también como Argent en Guinea-Bissau, con un propietario oculto radicado en Mauricio.
El Jaguar/Argent está vinculado a Gatik Ship Management, una empresa india señalada por la inteligencia occidental como operadora clave en la red de buques que elude las sanciones al petróleo ruso. Al navegar hacia Primorsk —uno de los principales centros de exportación energética de Moscú—, el petrolero ignoró las demandas estonias de identificarse y presentar documentación legal, incluido su seguro marítimo.
Ante la negativa, Tallin desplegó un helicóptero de vigilancia y un avión Skytruck polaco, además de una lancha patrullera (P6732) para monitorear la situación. Sin embargo, la tensión alcanzó un punto crítico cuando, horas después, un Su-35 ruso cruzó el límite aéreo estonio sin transpondedor ni plan de vuelo, permaneciendo casi un minuto sobre el Golfo de Finlandia.
La Alianza Atlántica, responsable de la defensa aérea de Estonia, activó de inmediato cazas portugueses F-16 desde la base de Ämari para disuadir una posible escalada. El ministro de Exteriores, Margus Tsahkna, condenó la violación como un acto «muy grave y provocador», mientras el Kremlin evitó pronunciarse sobre el origen del avión.
En un gesto de firmeza, Tallin convocó al encargado de negocios ruso y entregó una nota de protesta formal, subrayando el riesgo de errores de cálculo en una región ya de por sí militarizada. Pese a las dudas sobre la legitimidad del petrolero, Estonia optó por evitar un abordaje forzoso y escoltó al buque hacia aguas internacionales.

El rastreo satelital confirmó que el Argent/Jaguar fondeó cerca de la isla de Gogland —bajo control ruso— antes de reanudar su viaje a Primorsk. Este caso evoca otro incidente reciente: en abril, Estonia detuvo al petrolero Kiwala por navegar sin pabellón válido, aunque fue liberado tras recibir un registro temporal de Yibuti.
Analistas advierten que estos episodios reflejan una estrategia de presión rusa en el Báltico, donde buques opacos y incursiones aéreas desafían la seguridad regional. Con la OTAN en alerta, el incidente podría acelerar debates sobre contramedidas más duras contra la flota fantasma que sostiene el comercio de crudo sancionado.
- Petrolero «fantasma»: Doble identidad y vínculos con la red de elusión de sanciones.
- Violación aérea: El Su-35 actuó sin coordinación, un gesto interpretado como intimidación.
- Respuesta aliada: Los F-16 portugueses demostraron la vigilancia activa de la OTAN.
- Riesgo sistémico: El Báltico sigue siendo un polvorín geopolítico.
Mientras Estonia exige explicaciones, el mensaje de Moscú parece claro: su capacidad para desestabilizar persiste, incluso bajo el peso de las sanciones. La comunidad occidental observa con preocupación si este será un episodio aislado o el preludio de nuevas provocaciones.
Referencias: The Moscow Times, RT