Trump vuelve a proponer la compra de Groenlandia, clave del futuro de la Geopolítica del hemisferio norte

Primero fue Canadá, luego el Canal de Panamá. Ahora, Donald Trump quiere nuevamente a Groenlandia. Durante años, Groenlandia ha permanecido en el trasfondo de las relaciones geopolíticas globales, un vasto territorio helado que es mucho más que una extensión de tierra.


Nuuk, Dinamarca – Groenlandia rara vez desaparece del radar en el ámbito político internacional, aunque su importancia geoestratégica ha cobrado un renovado interés, especialmente en el contexto de las tensiones globales actuales. La silenciosa isla, cubierta en su mayoría por hielo, no es solo un vasto desierto ártico, sino un territorio repleto de recursos valiosos y situado en una posición estratégica que susurra promesas de oportunidades diplomáticas y económicas. En este contexto, el interés de Estados Unidos por la isla se dimensiona más allá de un simple capricho del expresidente Donald Trump, quien, en su momento, propuso la adquisicón de Groenlandia, un gesto que fue recibido con escepticismo tanto en el país norteamericano como en Dinamarca.

En varias ocasiones a lo largo de la historia estadounidense, figuras de renombre han posado su mirada sobre Groenlandia, reconociendo su potencial. Desde el presidente Andrew Johnson, quien ya en la década de 1860 sugirió su compra por los beneficios estratégicos que ofrecería, hasta Harry Truman, que en 1946 ofreció a Dinamarca una suma considerable por el territorio. La respuesta danesa ha sido siempre clara: Groenlandia no está en venta.

Sin embargo, la propuesta de Trump resurgió con fuerza reciente, en medio de su nombramiento de un nuevo embajador en Dinamarca, con declaraciones que reiteraban la necesidad de «propiedad y control» sobre la isla. Este anuncio reavivó el debate acerca de la relevancia del cambio climático en la geopolítica, ya que la pérdida de hielo está comenzando a revelar vastos recursos que hasta ahora habían permanecido ocultos. Los yacimientos de minerales, como rubíes, hierro, uranio y los recursos de tierras raras, son solo algunas de las riquezas que subyacen bajo el hielo y que podrían resultar decisivas en la balanza de poder regional e internacional.

La historia moderna de Groenlandia es un testimonio del complejo entramado de intereses que han atravesado este territorio. Pese a su vinculación política con Dinamarca, donde se ha instaurado una cierta autonomía desde 1979, las resonancias de la Guerra Fría aún se sienten en la isla, siendo un punto de interés militar clave para Estados Unidos. La base de Thule, inicialmente concebida como un baluarte anti ruso, sigue operativa, convirtiéndose en un elemento fundamental en la estructura de defensa y vigilancia estadounidense sobre el Ártico.

Sin embargo, el avance y el interés de otras potencias como China, también están alterando la dinámica en la región. Con inversiones que buscan establecer presencia y acceso a los recursos de Groenlandia, Pekín ha intensificado sus esfuerzos para asignar recursos a infraestructura local, apalancándose en las necesidades de la población indígena, mayormente inuit. Este enfoque diplomático podría ofrecer a China no solo acceso a vastas reservas de minerales, sino también una influencia significativa en un área de creciente relevancia geopolítica.

El respecto de Dinamarca ha evolucionado en respuesta a las estrategias estadounidenses y los movimientos de otras naciones. La reciente respuesta del Gobierno danés enfatiza un aumento en el gasto militar destinado a la defensa de Groenlandia, con la garantía de nuevas inversiones en tecnología y en el fortalecimiento de su presencia militar en la isla. Copenhague está tomando medidas para asegurar que Groenlandia mantenga su autonomía y no se convierta en un mero campo de batalla de intereses foráneos.

En el escenario actual, no solo el Gobierno danés se expresa; también la voz de los groenlandeses resuena con insistencia. El primer ministro, Mute Egede, tras las declaraciones de Trump, recordó que «Groenlandia es nuestra» y que el deseo de su país es continuar en cooperación con otros actores globales, pero bajo sus propias condiciones.

La historia de Groenlandia es una novela en muchos actos, en la que se entrelazan ambiciones y recursos, un sinfín de posibilidades que se manifiestan en el helado paisaje, un futuro cuyo desenlace resulta incierto. A medida que el clima cambia y las dinámicas geopolíticas se reconfiguran, Groenlandia permanecerá en el centro de un debate que trasciende el mero interés territorial, convirtiéndose en la esquina de un tablero de ajedrez donde las naciones luchan por posicionarse estratégicamente en un mundo interconectado y a menudo impredecible.

Referencias: Reuters, BBC


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