Moscú acelera el paso en la carrera por el control del Ártico con una ambiciosa modernización de su flota naval, respaldada por una red de bases militares en la región. Este movimiento no solo robustece la capacidad militar de Rusia, sino que subraya el creciente papel geopolítico del Ártico como una nueva frontera estratégica.
Moscú, Federación de Rusia – Con miras al año 2030, Rusia prevé incorporar tres submarinos nucleares adicionales de la clase Borei a su Flota del Norte, con base en las cercanías de Murmansk, en la costa ártica rusa. Estas imponentes máquinas, de 170 metros de largo y 13,5 metros de ancho, están diseñadas para transportar hasta 16 misiles balísticos Bulava, un arma estratégica de gran alcance.
Los misiles balísticos Bulava, con un rango operativo cercano a los 9.300 kilómetros, son considerados piezas clave de la estrategia de disuasión nuclear rusa. Con este armamento, Rusia cuenta con la capacidad de atacar objetivos en Europa y América del Norte, consolidando su capacidad de realizar un «segundo ataque» en un contexto de confrontación nuclear.
Desde su debut operativo en 2013, los submarinos de la clase Borei se han convertido en el pilar de la disuasión estratégica rusa. Actualmente, siete de estos submarinos forman parte activa de la flota, con planes en marcha para expandir significativamente esta capacidad.

Además de la expansión de su flota estratégica, Rusia está desarrollando tres nuevos submarinos de ataque de propulsión nuclear de la clase Yasen, que destacan por su capacidad de realizar operaciones furtivas y por su diseño avanzado para rastrear y neutralizar flotas enemigas.
Equipados con un arsenal sofisticado que incluye misiles de crucero Onyx, Kalibr y Zircon, algunos de los cuales pueden albergar ojivas nucleares, estos submarinos están diseñados para operar silenciosamente a velocidades de hasta 28 nudos. La clase Yasen representa, según expertos, una amenaza directa a buques de superficie enemigos, colocándose como una pieza fundamental en la modernización de las capacidades militares rusas.
La expansión de la flota de submarinos está respaldada por una creciente infraestructura militar en la región ártica. Rusia ha emprendido un esfuerzo sistemático para renovar bases militares de la era soviética y construir nuevas instalaciones modernas a lo largo de sus 22.500 kilómetros de costa ártica. Actualmente, se estima que al menos una docena de bases militares están completamente operativas en esta región, incluyendo aeródromos, estaciones de radar y sistemas de defensa antiaérea.
Este despliegue militar subraya el esfuerzo ruso por controlar su vasta Zona Económica Exclusiva (ZEE), parte clave de su estrategia para proteger los recursos naturales y las rutas marítimas del Ártico.
En paralelo, Rusia está modernizando su flota de rompehielos, esenciales para mantener operativa la Ruta del Mar del Norte (RNN), una vía marítima que podría reducir drásticamente los tiempos de tránsito entre Asia y Europa. Está previsto que para 2025 y 2026, se incorporen dos rompehielos armados del Proyecto 23550, con un desplazamiento de 8.500 toneladas. Estos buques están diseñados no solo para romper hielo, sino también para operar como plataformas estratégicas de patrullaje en las gélidas aguas del Ártico.

Junto a ellos, Rusia continúa produciendo rompehielos tradicionales de las series Proyecto 21180 y 21180M. Uno de cada proyecto ya se encuentra en servicio, y se espera que otro rompehielos del Proyecto 21180M entre en operación en 2027.
El interés de Rusia por militarizar el Ártico no es fortuito. La región alberga aproximadamente el 22 % de las reservas mundiales de petróleo y gas sin explorar, un recurso de vital importancia en las aspiraciones económicas de Moscú. Además, la Ruta del Mar del Norte, que bordea la costa ártica rusa, supone un corredor marítimo clave que potencialmente transformará el comercio global.
Con la mirada puesta en ser la fuerza dominante en el Ártico, Rusia está ejecutando una estrategia integral que combina poder militar, flotas avanzadas y control territorial. Sin embargo, esta expansión refuerza las tensiones geopolíticas, especialmente con países como Estados Unidos y miembros de la OTAN, que también han intensificado su interés en la región.
Con el Ártico convertido en un punto estratégico de alta relevancia, la política internacional podría centrar parte de su atención en estas remotas y heladas aguas en las próximas décadas, siguiendo con atención los movimientos de Rusia en su marcha por consolidar su hegemonía en esta región clave del planeta.
Referencias: RT, Routers, Dagens