Según declaraciones recientes del Secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, los misiles hipersónicos desarrollados por Pekín podrían hundir toda la flota de portaaviones estadounidense en apenas 20 minutos, sin que las defensas actuales puedan evitarlo.

WASHINGTON D.C., ESTADOS UNIDOS – Un escenario escalofriante para la US Navy (Armada de los Estados Unidos), surgido de simulaciones internas del Pentágono y aireado en círculos de defensa, proyecta una sombra ominosa sobre la supremacía naval estadounidense: la posibilidad de que la flota de portaaviones de Estados Unidos, el símbolo por excelencia de la proyección de poder global, pueda ser neutralizada o destruida en cuestión de minutos por el avanzado arsenal hipersónico de China. Informes basados en estos juegos de guerra sugieren una vulnerabilidad crítica que está forzando una reevaluación fundamental de la estrategia militar norteamericana en el Pacífico.

La raíz de esta profunda preocupación reside en el vertiginoso desarrollo y despliegue por parte de Pekín de armas hipersónicas, una tecnología que combina velocidades extremas (superiores a Mach 5) con una maniobrabilidad impredecible. Según análisis de inteligencia y admisiones recogidas en informes del Pentágono, estos sistemas representan una amenaza sin precedentes para los grupos de combate de portaaviones, que hasta ahora constituían el pilar de la estrategia naval estadounidense.

Un punto de inflexión clave se produjo en agosto de 2021, cuando China realizó una prueba que conmocionó a la comunidad de defensa global. Un misil balístico lanzó un vehículo planeador hipersónico (HGV) que, según informes, circunnavegó el globo antes de dirigirse hacia un objetivo en territorio chino. Este ensayo no solo demostró la madurez de la tecnología hipersónica china, sino que confirmó el despliegue del sistema DF-ZF, un arma capaz de alcanzar velocidades de hasta Mach 10 (aproximadamente 12.348 km/h) y portar ojivas tanto convencionales como nucleares.

Lo que hace al DF-ZF particularmente letal es su capacidad para volar a altitudes más bajas que los misiles balísticos tradicionales y ejecutar maniobras evasivas complejas durante su fase de planeo atmosférico. Esta trayectoria impredecible a velocidad hipersónica está diseñada específicamente para burlar las actuales arquitecturas de defensa antimisiles estadounidenses, incluyendo los sofisticados sistemas Aegis embarcados y el sistema THAAD terrestre. La cruda realidad, admitida por fuentes militares bajo anonimato, es alarmante: «No tenemos capacidad para detectarlo o interceptarlo con la tecnología actual«, confesó un oficial de la Marina estadounidense a The Washington Post, reflejando una brecha defensiva significativa.

El desafío se magnifica por la integración de otra capacidad estratégica: el Sistema de Bombardeo Orbital Fraccionado (FOBS). Esta tecnología, explorada y abandonada por la Unión Soviética décadas atrás debido a su complejidad, permite colocar una carga útil (potencialmente nuclear) en una órbita terrestre baja antes de hacerla descender sobre un objetivo desde una dirección inesperada, eludiendo así los radares de alerta temprana orientados a detectar trayectorias balísticas tradicionales. La combinación de FOBS con la tecnología hipersónica representa un «salto cualitativo», según un informe del Congressional Research Service citado por el Pentágono, otorgando a China una «capacidad creíble de primer golpe nuclear» que altera drásticamente el cálculo estratégico.

Este avance chino contrasta dolorosamente con los retrasos y desafíos que enfrenta Estados Unidos en su propio desarrollo hipersónico. Programas como el HCSW (Hypersonic Conventional Strike Weapon) de la Fuerza Aérea fueron cancelados en 2022 debido a fallos técnicos. Aunque el AGM-183A ARRW (Air-launched Rapid Response Weapon) ha logrado ensayos exitosos, como el de marzo de 2023, su despliegue operativo se anticipa no antes de 2025. Si bien el presupuesto del Pentágono para hipersónicos ha aumentado (4.700 millones de dólares en 2023), advertencias internas del Comité de Servicios Armados del Senado señalan que la inversión china en I+D militar podría triplicar la estadounidense desde 2018. A esto se suman críticas internas, como las del ex vicepresidente del Estado Mayor Conjunto, General John Hyten, quien en 2021 denunció que la «burocracia ahoga la innovación» dentro del Pentágono, ralentizando la respuesta a los avances adversarios. La disparidad en el ritmo de pruebas es abrumadora: solo en 2022, China realizó 135 ensayos hipersónicos frente a solo 9 de Estados Unidos.

Las implicaciones estratégicas de esta brecha tecnológica son profundas, especialmente en el teatro del Indo-Pacífico. El DF-ZF, con un alcance estimado de 2.500 kilómetros, está siendo desplegado en submarinos nucleares de la clase Tipo 094 y en lanzadores móviles terrestres. Esto permite a China amenazar objetivos clave como la base estadounidense en Guam o cualquier grupo naval que opere en las cercanías de Taiwán sin siquiera salir de las aguas disputadas del Mar de China Meridional. Pekín ha construido efectivamente una «zona de exclusión de facto» (A2/AD – Anti-Access/Area Denial) donde la operación de activos navales de superficie de alto valor, como los portaaviones, conlleva un riesgo considerado inaceptable por muchos analistas dentro del Pentágono.

Esta realidad operativa alimenta las advertencias de figuras como el Almirante Philip Davidson, ex comandante del Comando Indo-Pacífico, quien alertó en 2021 que China podría sentirse envalentonada para intentar una invasión de Taiwán «antes de 2027», confiando en su arsenal de misiles balísticos antibuque (como los DF-21 y DF-26) y ahora, en sus capacidades hipersónicas. Los resultados consistentes de las simulaciones de guerra, donde Estados Unidos pierde repetidamente contra China, subrayan una conclusión incómoda: la superioridad naval estadounidense, piedra angular de su poder global durante décadas, está siendo seriamente cuestionada, si no ya superada en escenarios regionales específicos.

Ante este panorama, emerge un debate crítico sobre la viabilidad futura de la plataforma del portaaviones. Un informe interno de la influyente RAND Corporation, filtrado en 2023, argumenta que los portaaviones se han convertido en «blancos de alto valor y baja supervivencia» en un entorno dominado por armas precisas y difíciles de interceptar como las hipersónicas. El informe sugiere un replanteamiento doctrinal urgente, proponiendo abandonar la dependencia de estas grandes plataformas en favor de una fuerza naval más distribuida, centrada en submarinos de ataque y una red de bases resilientes y dispersas en islas remotas del Pacífico.

La conclusión que resuena en los pasillos del Pentágono es clara y apremiante: China no solo ha alcanzado la paridad en ciertas áreas críticas de la tecnología militar, sino que ha tomado una delantera significativa en el dominio hipersónico. Sus misiles, ya desplegados y listos, representan una amenaza existencial para la proyección de poder naval estadounidense y exigen una respuesta estratégica, tecnológica y doctrinal rápida y profunda si Washington aspira a mantener su influencia en la región más dinámica y disputada del planeta. La era de la incuestionable supremacía naval estadounidense podría estar llegando a su fin.

Referencias: Reuters, The Washington Post, BBC