La disputa por las islas de Tirán y Sanafir revela su valor estratégico en el Mar Rojo. Su cesión a Arabia Saudita, respaldada por Israel, debilita la seguridad egipcia y redefine el equilibrio regional, favoreciendo intereses israelíes y estadounidenses mientras Irán y Turquía buscan contrarrestar esta hegemonía.
EL CAIRO, EGIPTO – El reciente informe del medio egipcio Mada Masr sobre la posible instalación de una base militar estadounidense en las islas de Tirán y Sanafir ha reabierto un debate que trasciende lo territorial para convertirse en un asunto de seguridad nacional y geopolítica regional. A pesar de las negativas extraoficiales del gobierno egipcio, la sombra de la cesión de 2017 sigue proyectándose sobre El Cairo, recordando una herida que nunca cerró del todo.
En 2017, el presidente Abdel Fattah al-Sisi cedió formalmente las islas a Arabia Saudita, argumentando que nunca habían sido egipcias. Esta decisión ignoró evidencias históricas y legales, incluyendo su mención en los Acuerdos de Camp David, lo que plantea una pregunta incómoda: si eran saudíes, ¿por qué no formaron parte de las negociaciones con Israel?

Pero más allá de la controversia jurídica, el verdadero núcleo del conflicto radica en la ubicación estratégica de estas islas. Tirán y Sanafir no son simples extensiones de tierra en el Mar Rojo; son guardianes naturales del Estrecho de Tirán, la única vía marítima hacia el Golfo de Áqaba, que conecta los puertos egipcios del Sinaí con Eilat (Israel) y Áqaba (Jordania). Perderlas no solo significa renunciar a territorio, sino debilitar la primera línea de defensa de Egipto en el sur del Sinaí, dejando al país en una posición de aislamiento estratégico.
Esta cesión no fue un acto aislado. Formó parte de una reconfiguración regional más amplia, donde Israel, respaldado por Estados Unidos, ha consolidado su influencia en el Mar Rojo. Los Acuerdos de Abraham de 2020 aceleraron este proceso, desplazando el centro de gravedad de Egipto hacia el Golfo y colocando a Israel en una posición de ventaja.
Hoy, Tirán y Sanafir son un cuello de botella marítimo controlado por acuerdos de normalización que limitan la capacidad de Egipto para actuar en crisis como la guerra en Gaza. Cualquier movimiento egipcio está ahora sujeto a cálculos precisos, bajo la mirada de Tel Aviv y Washington.
El Tablero Regional
El Mar Rojo se ha convertido en un escenario de competencias cruzadas:
- Irán, a través de su apoyo a los Hutíes en Yemen, busca presionar a Israel y Occidente, convirtiendo el Estrecho de Bab el-Mandeb en un punto de confrontación.
- Turquía, por su parte, expande su presencia militar en el Cuerno de África y el Mar Rojo, reviviendo aspiraciones de influencia otomana.
En este contexto, Tirán y Sanafir son más que islas: son un símbolo de la hegemonía israelí y un recordatorio de la creciente marginalización de Egipto en la región.
Consecuencias para Egipto
La pérdida de control sobre estas islas tiene impactos directos:
- Económicos: El Estrecho de Tirán es vital para el turismo y el comercio en el sur del Sinaí. Su cierre o amenaza afectaría puertos como Nuweiba, agravando la crisis económica.
- Militares: Sin estas islas, Egipto pierde capacidad de maniobra en el Sinaí, quedando atrapado en una postura defensiva perpetua.
Como dijo un experto en geografía: «Quien no entienda la importancia de Tirán y Sanafir, no entiende cómo se controla esta región». Hoy, esa frase resuena con fuerza. El destino de estas islas no es solo una cuestión de soberanía, sino un termómetro del poder regional, donde Egipto lucha por mantener su relevancia en un tablero cada vez más dominado por otros actores.
Mientras Israel, Irán y Turquía trazan sus estrategias, Egipto enfrenta un dilema: adaptarse o quedar atrapado en la periferia de su propia historia.
Referencias: Mada Masr, Middle East Eye