Tras los ataques aéreos estadounidenses contra su programa nuclear, el parlamento de Irán ha dado luz verde al bloqueo del Estrecho de Ormuz. La decisión final, que podría estrangular el 20% del suministro mundial de petróleo, ahora reside en su Consejo Supremo de Seguridad.

TEHERÁN, IRÁNEn una atmósfera cargada de tensión y represalias, el parlamento iraní ha encendido las alarmas en los mercados globales. Este domingo, en una votación de profundo calado simbólico y estratégico, los legisladores de Teherán han aprobado una medida que autoriza el cierre del Estrecho de Ormuz, la arteria marítima más crítica para el comercio energético mundial. Esta decisión, calificada como una respuesta directa a los «flagrantes actos de agresión», llega menos de 24 horas después de que Estados Unidos ejecutara una operación militar de gran envergadura contra tres de las instalaciones nucleares clave de Irán.

Aunque la medida parlamentaria no implica un bloqueo inmediato, representa la concesión de un poder formidable al Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, el único órgano con la autoridad para ejecutar una orden de tal magnitud. Fuentes parlamentarias, citadas por la cadena estatal Press TV, confirmaron que la votación fue «abrumadora», evidenciando un consenso casi unánime para dotar al liderazgo iraní de lo que describen como «una de sus opciones más claras» en el tablero de la confrontación.

La génesis de esta escalada se encuentra en una operación militar coordinada por Washington. Según funcionarios estadounidenses, más de 125 aeronaves, dos docenas de misiles Tomahawk y 14 bombas antibúnkeres fueron desplegadas para neutralizar los complejos nucleares de Natanz, Fordow e Isfahán. El Pentágono sostiene que la operación «destruyó las principales instalaciones nucleares de Irán», un golpe directo al corazón de su programa atómico.

La respuesta de Teherán no se ha hecho esperar. Mohammad Hassan Asfari, miembro influyente del comité de seguridad nacional del parlamento, declaró a medios estatales que el cierre de Ormuz es una carta que Irán se reserva el derecho de jugar en el momento que considere oportuno. «El país decidirá el momento», sentenció, dejando la puerta abierta a una acción que podría sumir al mundo en una crisis energética.

El Estrecho de Ormuz, una angosta franja de agua de apenas 33 kilómetros en su punto más estrecho entre Irán y Omán, es el cuello de botella por el que transita aproximadamente el 20% del consumo mundial de petróleo y un quinto del gas natural licuado (GNL).

Por sus aguas navegan a diario los superpetroleros que transportan crudo desde gigantes productores como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Catar y el propio Irán. Cualquier interrupción en este flujo vital tiene la capacidad de desestabilizar de inmediato los mercados globales.

La reacción de los inversores fue instantánea. El domingo por la tarde, los precios del petróleo se dispararon. Los futuros del crudo Brent, el referente internacional, subieron más de un 9%, alcanzando cotas no vistas desde finales de 2022. La simple amenaza de un bloqueo ha bastado para inyectar una dosis masiva de incertidumbre en la economía mundial.

Desde Estados Unidos, la Casa Blanca ha mantenido una postura de cautela, afirmando que está «monitoreando la situación de cerca» y que ha tomado medidas para «garantizar la libre circulación del comercio» en el Golfo.

Sin embargo, figuras políticas de alto nivel han sido más directas. El Secretario de Estado, Marco Rubio, advirtió en una entrevista que un bloqueo sería un «suicidio económico» para Irán y una «escalada masiva» del conflicto.

Rubio instó a China, uno de los mayores dependientes del petróleo que cruza Ormuz, a intervenir para disuadir a Teherán. «Si lo hacen, será otro terrible error», declaró.

El dilema para Irán es complejo. Un cierre total del estrecho no solo cortaría las exportaciones de sus adversarios, sino también las suyas, principalmente destinadas a China. Además, pondría en grave peligro las recientes y frágiles mejoras en sus relaciones diplomáticas con vecinos del Golfo como Arabia Saudita, que también dependen de esta ruta.

Aunque existen rutas alternativas, como el oleoducto saudí que conecta el Golfo Pérsico con el Mar Rojo o el de Emiratos Árabes Unidos hacia el Golfo de Omán, su capacidad combinada es muy inferior a los 20 millones de barriles diarios que fluyen a través de Ormuz.

El mundo observa ahora al Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán. La decisión de transformar la amenaza en acción recae sobre sus hombros, y con ella, el destino de la estabilidad energética y la paz en una de las regiones más volátiles del planeta.

Referencias: Reuters, Gulf News