La Marina del Ejército Popular de Liberación (PLAN) ha completado recientemente un despliegue estratégico sin precedentes en el Océano Pacífico Sur, marcando un hito significativo en la proyección de poder naval chino. Generando preocupación en los mandos militares de Australia.
Pekín, China – Un grupo de la Armada del Ejército Popular de Liberación (PLAN) realizó en febrero una operación significativa en el Mar de Tasmania, una vasta franja oceánica del Pacífico Sur que separa a Australia de Nueva Zelanda. El despliegue, que incluyó maniobras con fuego real, encendió las alarmas en los círculos de seguridad de ambas naciones, reflejando el complejo escenario geopolítico que se desarrolla en la región del Indo-Pacífico.
El grupo de trabajo chino estuvo compuesto por el crucero de guerra Tipo 055 Zunyi, la fragata Tipo 054A Hengyang, y el buque de abastecimiento Tipo 903 Weishanhu. Estas unidades, equipadas para misiones de largo alcance y visiblemente capaces de sostener operaciones independientes lejos de sus bases en el Mar de China Meridional, llevaron a cabo ejercicios militares que comprometieron rutas aéreas comerciales cercanas. Según el Ministerio de Defensa de China, las maniobras incluyeron simulacros de defensa frente a amenazas marítimas y aéreas “no identificadas”. La operación, que implicó el lanzamiento de munición real, originó el desvío de al menos 49 aeronaves civiles, generando críticas y resaltando la vulnerabilidad de las regiones insulares de Australasia.
Estrategia táctica o mensaje geopolítico: objetivos del despliegue chino
Este despliegue no solo marca un movimiento inusual hacia el sur por parte de la Armada china, sino que también representa el primer acercamiento de este tipo en el Mar de Tasmania, lejos de los tradicionales focos de despliegue chino como el Mar de China Meridional y el Pacífico Occidental. Los expertos en defensa consideran que estas acciones tienen un propósito multidimensional: demostrar capacidades navales avanzadas, probar las repuestas operativas de Australia y Nueva Zelanda, y enviar un claro mensaje de poder al bloque occidental aliado en la región.
Jennifer Parker, especialista en seguridad nacional de la Universidad Nacional de Australia, indicó que, si bien la operación se ajusta técnicamente a las normativas internacionales, las acciones de Pekín no son casuales. «Este despliegue no es una simple rutina de entrenamiento; es una muestra estratégica de poder en un espacio marítimo que rara vez ve movimientos de esta magnitud por parte de China», explicó. Aunque las maniobras con fuego real son habituales entre fuerzas navales de todo el mundo, las condiciones en que se llevaron a cabo —en una región con tráfico aéreo y vías marítimas comerciales sensibles— levantaron suspicacias entre analistas y legisladores de la región.
Por su parte, Wu Qian, portavoz del Ministerio de Defensa chino, se apresuró a desestimar las acusaciones de provocación, afirmando que las fuerzas armadas cumplieron con todas las normativas internacionales relativas al uso de aguas internacionales. «Emitimos múltiples avisos de seguridad previos y realizamos nuestras operaciones conforme al derecho internacional», destacó Wu, minimizando las preocupaciones generadas por el impacto en la aviación civil.
Preocupaciones en Canberra y Wellington: la consolidación de la presencia china
En los centros de poder de Australia y Nueva Zelanda, la incursión marítima fue percibida como algo más que un simple ejercicio naval. Funcionarios de defensa y expertos regionales coinciden en que este despliegue forma parte de un esfuerzo deliberado de China por normalizar su presencia en el Pacífico Sur, una región que Beijing considera clave dentro de su visión estratégica a largo plazo.
El profesor David Capie, director del Centro de Estudios Estratégicos de la Universidad Victoria en Wellington, señaló que esta incursión tiene un impacto simbólico considerable. «Los neozelandeses no están acostumbrados a ver estas operaciones tan cerca de sus costas», afirmó. Además, vinculó la operación china con otros eventos recientes en la región, incluidos los esfuerzos de Beijing por afianzar relaciones con naciones insulares del Pacífico, así como pruebas de misiles intercontinentales realizadas el año pasado.
Por otro lado, en Australia, las acciones del PLAN generaron interrogantes sobre el nivel de preparación y rapidez de la respuesta local. Según informes de la Fuerza de Defensa Australiana (ADF), la detección inicial del ejercicio con fuego real de los buques chinos ocurrió apenas 40 minutos después de que comenzara, gracias a la información proporcionada por autoridades de aviación. Aunque Canberra desplegó aviones de patrulla P-8A Poseidon y otras plataformas para seguir de cerca los movimientos del grupo naval chino, los analistas consideran que estas actividades subrayan lo importante que es fortalecer las capacidades de monitoreo y defensa australiana, particularmente en regiones menos priorizadas como el sur y este del país.

¿Provocación o normalización? Debate sobre las intenciones de Pekín
El debate en torno a la manera en que deben interpretarse estas acciones continúa dividiendo opiniones entre los expertos. Algunos, como la académica Jennifer Parker, sugieren que, aunque las maniobras puedan considerarse técnicamente legítimas, tienen un trasfondo estratégico indiscutible. «Este despliegue es una táctica simbólica: una forma de mostrar la capacidad china para proyectar poder en un espacio que tradicionalmente ha sido tranquilo y controlado por fuerzas occidentales. No dejaron nada al azar; sabían exactamente cómo y dónde llamarían la atención», afirmó.
Sin embargo, Parker también subrayó que las democracias del Pacífico deben medir cuidadosamente sus respuestas. «Podemos prestar atención sin caer en histerias que alimenten las narrativas propagandísticas de Pekín. Al igual que ellos ejercen la libertad de navegación en esta parte del mundo, nuestras fuerzas también tienen derecho a operar en puntos como el Mar de China Meridional. Es fundamental que impulsemos narrativas basadas en el derecho internacional», agregó.

Impacto a largo plazo y los retos de seguridad regional
El episodio también dejó en evidencia las crecientes tensiones alrededor de la competencia estratégica entre Estados Unidos y China, que ahora parece trasladarse con mayor intensidad hacia el Pacífico Sur. Para Nueva Zelanda, en particular, el despliegue del PLAN sirvió como un recordatorio de la creciente necesidad de modernizar sus capacidades de defensa, las cuales han sido objeto de críticas por su limitada preparación frente a escenarios complejos.
«La ZEE de Nueva Zelanda es una de las más grandes del mundo, pero su capacidad actual para monitorearla y protegerla es notablemente limitada», detalló Parker, quien instó a Wellington a reforzar sus inversiones en defensa mediante una alineación más estrecha con su aliado principal, Australia.
Por su parte, Andrew Shearer, Director General de la Oficina de Inteligencia Nacional de Australia, destacó que las acciones de Pekín encajan en una estrategia más amplia de “normalizar este tipo de presencias”. Según Shearer, el interés de China por registrar y analizar las reacciones australianas y neozelandesas es parte de un esfuerzo por afinar sus capacidades militares en regiones sensibles del Indo-Pacífico.
El mensaje claro de un océano en disputa
Con su incursión en el Mar de Tasmania, el PLAN no solo demostró su capacidad para operar lejos de sus costas, sino que también envió un claro mensaje a Australia, Nueva Zelanda y sus aliados: las aguas del Pacífico Sur ya no son un espacio exento de la influencia estratégica china. Mientras Canberra y Wellington ajustan sus posturas frente a estas dinámicas cambiantes, queda claro que este incidente no será un evento aislado, sino parte de un nuevo patrón de rivalidad geopolítica en el Indo-Pacífico.
Referencias: Fuerza de Defensa Australiana, Ministerio de Defensa chino, Sydney Morning Herald