EE.UU. pasará a llamar al Golfo de México como “Golfo de América” según decreto ejecutivo de Trump

La administración del presidente estadounidense Donald Trump ha emitido un controvertido decreto ejecutivo que busca rebautizar unilateralmente el histórico Golfo de México como «Golfo de América», desatando una serie de reacciones diplomáticas y geopolíticas sin precedentes.


Washington, Estados Unidos – En una medida que ha generado una nueva ola de críticas y debates internacionales, el recién electo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó en su primer día en el cargo una orden ejecutiva para renombrar oficialmente el Golfo de México como «Golfo de América». La decisión, cuyo impacto se prevé tanto político como cultural, pretende reflejar, según el mandatario, el significativo papel económico y estratégico que este cuerpo de agua desempeña para el territorio estadounidense. No obstante, la iniciativa ya ha provocado una serie de reacciones airadas, tanto en los países vecinos como en la comunidad internacional.

Durante una conferencia de prensa celebrada en su residencia de Mar-a-Lago, Trump justificó la medida afirmando que el Golfo es uno de los recursos más cruciales para los Estados Unidos. «Este es un paso lógico y necesario. El Golfo de América… suena mucho mejor, ¿no creen? Es un nombre hermoso, acorde con la grandeza de este país», declaró el presidente, mientras reiteraba su postura crítica hacia México, a quien acusó de «facilitar la inmigración ilegal de millones de personas». En el mismo evento, alabó el potencial económico del golfo, que, según cifras oficiales, aporta al país cerca del 40% de los productos del mar que se consumen y alberga gran parte de las instalaciones petroleras y de procesamiento de gas natural en suelo estadounidense.

El decreto firmado por Trump instruye al Departamento del Interior a comenzar el proceso de actualización de mapas y documentos oficiales estadounidenses con el nuevo nombre. La tarea recaerá sobre quien sea confirmado para liderar dicha cartera, un puesto para el que ya se ha propuesto al exgobernador de Dakota del Norte, Doug Burgum. A pesar de que se espera que la implementación del cambio en las bases de datos federales se complete en un plazo de 30 días, no está claro si plataformas de navegación digitales, como Google Maps o Waze, seguirán estos cambios, dado que dichas aplicaciones suelen optar por reflejar nombres reconocidos internacionalmente.

Una historia de tensiones diplomáticas y culturales

La recepción de esta medida en otros países ha sido menos cordial, especialmente en México, país que históricamente comparte más de la mitad de la línea costera del Golfo de México. Claudia Sheinbaum, presidenta mexicana, reaccionó con ironía ante el anuncio, sugiriendo que si Estados Unidos quiere emplear nombres arbitrarios, podría incluso cambiar su propio nombre a «América Mexicana». En sus comentarios, también recordó los lazos históricos que unen a ambos países y los territorios hoy estadounidenses que anteriormente pertenecieron a México, como California, Arizona y Texas, lo que añadió un matiz simbólico y político a su respuesta.

Sheinbaum enfatizó que, según los acuerdos internacionales y los registros históricos, el cuerpo de agua sigue siendo reconocido oficialmente como el Golfo de México. Durante su intervención, citó documentos de los siglos XVII y XVIII que refuerzan la legitimidad histórica del nombre, destacando que este ha permanecido invariable desde la época de la colonización española. También señaló que el golfo ha sido conocido bajo otras denominaciones históricas, como «Golfo de Nueva España» y «Mar de Florida», antes de establecerse su uso moderno.

«El que Estados Unidos decida unilateralmente cambiar un término geográfico de importancia internacional no tiene precedentes y no será reconocido fuera de sus fronteras. La soberanía de un nombre no se impone por decreto», apuntó la mandataria mexicana.

Claudia Sheinbaum, Presidenta de México.

Implicaciones legales, políticas y culturales

El impacto del decreto de Trump trasciende el ámbito meramente simbólico. Analistas y expertos en geopolítica advierten que una decisión como esta podría sentar un precedente problemático, en el que gobiernos individuales traten de modificar términos geográficos que compartan con otras naciones, sin la aprobación de organismos internacionales. Casos similares, como las disputas entre Japón y Corea del Sur sobre el nombre del Mar del Este o las tensiones en torno al Mar de China Meridional, son ejemplos claros de cómo los nombres de lugares pueden alimentar conflictos diplomáticos.

La Junta de Nombres Geográficos de Estados Unidos ya ha mostrado reservas respecto al decreto presidencial, recordando que usualmente los cambios toponímicos de esta magnitud se someten a un proceso largo y consensuado, dado que pueden impactar cuestiones de navegación, seguridad y orden internacional. Incluso dentro del territorio estadounidense, el cambio ha suscitado críticas por parte de historiadores y antropólogos, quienes lo consideran un intento de «reconstrucción narrativa» que podría desdibujar las identidades culturales e históricas asociadas con la región.

«Los nombres de los lugares reflejan la historia, los pueblos y las culturas. Renombrar un cuerpo de agua compartido como el Golfo de México no solo es una medida arbitraria, sino que también puede abrir la puerta a tensiones innecesarias con socios comerciales y aliados estratégicos», señaló Karen López, investigadora de la Universidad de Texas, especializada en estudios fronterizos y diplomacia regional.

Disputa entre Japón y Corea del Sur sobre el nombre del Mar del Este. Tanto Corea del Sur y Corea del Norte acuerdan por «Mar del Este», mientras Japón unilateralmente lo llama «Mar de Japón».

Un futuro incierto en el mapa global

A pesar de la aparente determinación de Trump y su administración, la iniciativa no tiene ningún efecto legal fuera de las fronteras de Estados Unidos, y es poco probable que organismos internacionales adopten el cambio. Sin embargo, esto no ha evitado que algunos líderes estatales republicanos dentro del país comiencen a emplear el término «Golfo de América» en documentos y declaraciones oficiales. Tal es el caso del gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien recientemente utilizó el nuevo nombre en una orden estatal sobre recursos marinos.

Por otro lado, plataformas digitales como Google Earth han indicado que sus políticas se alinean con las convenciones internacionales sobre cuestiones geográficas. Esto significa que, aunque Estados Unidos incorpore el cambio en sus documentos internos, herramientas globales de navegación continuarán utilizando el término «Golfo de México» mientras no haya consenso mundial.

La controversia en torno al cambio de nombre del Golfo es otro ejemplo de la estrategia del presidente Trump para implementar acciones simbólicas cargadas de un fuerte mensaje nacionalista. Lo que queda por ver es si estas iniciativas tendrán algún impacto significativo en el panorama económico o diplomático internacional, o si, por el contrario, se limitarán a ser gestos de cara a su electorado.

Mientras tanto, las aguas del Golfo de México –o «Golfo de América», como lo definirá la administración Trump en sus documentos internos– seguirán siendo un espacio estratégico y compartido que alberga un vasto crisol de identidades, historias y tensiones geopolíticas.

Referencias: ABC News, Forbes


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