Donald Trump anunció su intención de reconsiderar cómo Estados Unidos denominaba este mar en sus comunicaciones oficiales. Tras la polémica decisión de rebautizar el Golfo de México como Golfo de América, Trump sugirió tomar una decisión ante sus aliados tradicionales en Medio Oriente cambiando de «Golfo Pérsico» a «Golfo Arábigo» o «Golfo de Arabia».

WASHINGTON D.C., ESTADOS UNIDOS – El presidente estadounidense Donald Trump ha revivido una controversia histórica al sugerir que Estados Unidos podría adoptar oficialmente el término «Golfo Arábigo» en lugar del reconocido internacionalmente «Golfo Pérsico». Este movimiento, que sigue a su polémica decisión de rebautizar el Golfo de México como «Golfo de América», ha reavivado tensiones geopolíticas entre Irán y los países árabes del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG).

La disputa, que lleva décadas en el tablero de las relaciones internacionales, no es meramente semántica: es un reflejo de las luchas por influencia, identidad y soberanía en una de las regiones más estratégicas del mundo.

Según un documento de la ONU de 2006, el nombre «Golfo Pérsico» aparece en registros históricos desde el Imperio Aqueménida (559-330 a.C.), donde se lo denominaba «Mar de Pars». Geógrafos griegos como Hecateo y Heródoto ya distinguían entre el «Sinus Persicus» (Golfo Pérsico) y el «Sinus Arabicus» (Mar Rojo), una distinción que perduró en mapas medievales, incluidos los del célebre Ptolomeo (siglo II d.C.).

Mapa VI de Ptolomeo de «Cosmographia» muestra Sinus Persicus (Golfo Pérsico) y Sinus Arabus (Mar Rojo).

Durante la Edad de Oro islámica, eruditos árabes como al-Masudi e Ibn Khaldun usaron términos como «Khalij Fars» (Golfo Pérsico) o «Bahr Fars» (Mar Pérsico). Incluso en la era colonial, Portugal y Gran Bretaña —potencias que dominaron la región— mantuvieron el nombre tradicional en sus mapas. Un intento británico de rebautizarlo como «Mar de Gran Bretaña» en 1840 fracasó rotundamente.

La controversia moderna surgió en los años 50 y 60, vinculada a tensiones políticas:

  • 1950: La nacionalización iraní de la Anglo-Persian Oil Company enfrió relaciones con Reino Unido.
  • 1955: El funcionario británico Charles Belgrave introdujo el término «Golfo Arábigo» en un libro, coincidiendo con el auge del panarabismo.
  • Década de 1960: El apoyo del Sha de Irán a Israel y el ascenso del nacionalismo árabe llevaron a países como Arabia Saudita y Egipto a promover el nombre alternativo.

Tras la Revolución Islámica de 1979, la disputa se intensificó. Irán ha adoptado una postura agresiva:

  • 2004: Prohibió a National Geographic por poner «Golfo Pérsico» entre paréntesis.
  • 2010: Amenazó con denegar espacio aéreo a aerolíneas que no usaran el término oficial.
  • 2012: Presionó a Google Maps para que rectificara su decisión de dejar el golfo sin nombre.
Un mapa poco común de 1626 se refiere al Golfo Pérsico como el «Mar de Qatif».

La polémica tiene implicaciones profundas:

  1. Legitimidad histórica: Irán alega que 6,000 mapas antiguos respaldan su postura.
  2. Identidad nacional: Teherán celebra el «Día Nacional del Golfo Pérsico» cada 30 de abril, conmemorando la expulsión de los portugueses en 1622.
  3. Influencia regional: Los países del CCG (Bahrein, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes) usan «Golfo Arábigo» en documentos oficiales, respaldados por la Liga Árabe.

Si Estados Unidos adopta el término árabe, podría interpretarse como un guiño a sus aliados suníes frente a Irán. Sin embargo, la ONU y la Organización Hidrográfica Internacional siguen reconociendo únicamente el «Golfo Pérsico».

Esta disputa trasciende la lingüística: es una batalla por la memoria histórica y la hegemonía regional. Mientras Irán defiende su legado persa, las monarquías árabes buscan reafirmar su influencia. La decisión de Trump, sea cual sea, añadirá otro capítulo a este conflicto que lleva siglos escribiéndose.

Referencias: Middle East Eye, Reuters