La Armada del Ejército Popular de Liberación de China (PLAN) ha desplegado su buque insignia, el portaaviones Liaoning, junto a una escolta de destructores y fragatas, para realizar maniobras sin precedentes a escasos 200 kilómetros de las disputadas islas Senkaku, Japón (Diaoyu para China).

PEKÍN, CHINA – En una maniobra que ha resonado con fuerza en los círculos de defensa del Asia-Pacífico, la Armada del Ejército Popular de Liberación de China (PLAN, por sus siglas en inglés) ha desplegado a su portaaviones Liaoning (CV-16) en el Mar de China Oriental para ejecutar, por primera vez en esta volátil zona, complejas operaciones aéreas a una distancia de apenas 200 kilómetros del archipiélago de las Senkaku. Estas islas, administradas por Tokio pero vehementemente reclamadas por Pekín bajo la denominación de Diaoyu, se han convertido nuevamente en el epicentro de una nueva y significativa escalada de tensiones. La incursión del buque insignia chino, acompañado de una formidable escolta, representa un movimiento audaz y calculado que ha encendido las alarmas en Japón y ha sido interpretado como una calculada demostración de fuerza y capacidad operativa en uno de los puntos geopolíticos más sensibles del globo.

Según informes detallados emitidos por el Ministerio de Defensa de Japón, el pasado domingo 25 de mayo, una potente flotilla china, compuesta por cinco unidades de combate –el portaaviones Liaoning, dos destructores de misiles guiados clase Luyang III (Tipo 052D), y dos fragatas clase Jiangkai II (Tipo 054A)–, llevó a cabo una serie de ejercicios navales en aguas internacionales, específicamente al norte de la isla de Kuba, integrada en la prefectura japonesa de Okinawa. El punto álgido de estas maniobras fue la observación de intensas operaciones de despegue y aterrizaje de aeronaves de ala fija y rotatoria desde la cubierta del Liaoning. Se presume que se trató de cazas Shenyang J-15 «Flying Shark» y helicópteros multipropósito, lo que subraya la creciente madurez de las capacidades aeronavales chinas.

La proximidad de estas operaciones a territorio bajo administración japonesa motivó una respuesta inmediata y decidida por parte de las Fuerzas de Autodefensa de Japón. Cazas de la Fuerza Aérea de Autodefensa (ASDF) fueron desplegados en misión de alerta de reacción rápida (QRA) para interceptar y escoltar visualmente a las aeronaves chinas, asegurando la integridad del espacio aéreo nipón. Simultáneamente, el destructor JDS Takanami de la Fuerza Marítima de Autodefensa (MSDF) y una aeronave de patrullaje marítimo Lockheed P-3C Orion fueron asignados para llevar a cabo misiones de vigilancia, inteligencia y reconocimiento (ISR), monitoreando de cerca los movimientos de la agrupación naval china y recopilando datos cruciales en tiempo real. Estas acciones se coordinaron a través del Comando Conjunto del Ministerio de Defensa japonés, demostrando la capacidad de respuesta integrada de sus fuerzas.

A pesar de que las autoridades japonesas confirmaron que no se registraron violaciones del espacio aéreo soberano de Japón, la naturaleza y la localización de las maniobras del Liaoning fueron consideradas una señal inequívoca y preocupante de la creciente asertividad militar de China y su disposición a proyectar poder en zonas marítimas disputadas. La elección de esta área específica para tales ejercicios es vista como un mensaje directo a Tokio y Washington.

Este episodio de diplomacia de cañonero naval se inscribe en un contexto de sostenida y creciente presión por parte de la República Popular China sobre las islas Senkaku (Diaoyu para Pekín). Este pequeño archipiélago deshabitado, compuesto por islotes y rocas, posee un valor estratégico crucial debido a su ubicación en importantes rutas de navegación, sus ricos caladeros de pesca y, fundamentalmente, sus potenciales y significativas reservas de hidrocarburos (petróleo y gas natural) en el subsuelo marino.

Japón, que ejerce la administración efectiva de las islas desde su nacionalización en 2012 –una decisión que exacerbó las tensiones con China–, sostiene firmemente su soberanía histórica y legal sobre el territorio. Esta postura cuenta con el respaldo explícito de su principal aliado, Estados Unidos. Washington ha reiterado en múltiples ocasiones que las islas Senkaku están cubiertas por el Artículo 5 del Tratado de Seguridad Mutua entre Estados Unidos y Japón. Dicho artículo es la piedra angular de la alianza y estipula que un ataque armado contra cualquiera de las partes en los territorios bajo administración japonesa sería considerado una amenaza para la paz y seguridad de ambos, obligando a Washington a actuar para enfrentar el peligro común.

No obstante, esta garantía de seguridad estadounidense no ha disuadido a Pekín de su empeño por erosionar el control japonés y afirmar sus propias reivindicaciones. China ha intensificado metódicamente su presencia en las aguas y el espacio aéreo circundante a las Senkaku, empleando una estrategia de «zona gris» que busca normalizar su actividad y desafiar el status quo sin cruzar el umbral de un conflicto armado directo. Esta estrategia se ha materializado principalmente a través de patrullajes casi diarios y persistentes de buques de la Guardia Costera China (CCG), a menudo de gran porte y, en ocasiones, armados. Estas incursiones en aguas territoriales japonesas o en la zona contigua buscan consolidar una narrativa de «coadministración» o «jurisdicción disputada».

Las estadísticas proporcionadas por las autoridades japonesas son elocuentes y reflejan la magnitud de esta campaña de presión. Hasta el lunes 26 de mayo, se reportó que buques del gobierno chino habían mantenido una presencia activa e ininterrumpida en los alrededores de las islas Senkaku durante 189 días consecutivos. Más alarmante aún, durante el transcurso del año 2024, se han contabilizado ya 355 días con presencia de estas embarcaciones chinas en la zona, una cifra que evidencia la implacable constancia de la estrategia de Pekín.

El despliegue del Liaoning, un activo de proyección de poder naval de primer orden, en este teatro de operaciones específico, junto con su grupo de combate, representa un salto cualitativo en la postura china. Va más allá de las incursiones rutinarias de la Guardia Costera, enviando un mensaje mucho más contundente sobre la capacidad y la voluntad de la PLAN para operar con sus unidades más complejas y ofensivas en las proximidades de territorios en disputa. Estas maniobras no solo sirven para adiestrar a las tripulaciones del Liaoning y su ala aérea embarcada en un entorno operativo realista y desafiante, sino también para testar los tiempos de reacción, los procedimientos y las capacidades de respuesta japonesas y, por extensión, estadounidenses. Además, buscan normalizar una presencia militar naval china de mayor envergadura en el Mar de China Oriental, alterando gradualmente el equilibrio estratégico regional.

La incursión del portaaviones Liaoning y su grupo de escolta subraya, una vez más, la extrema fragilidad de la estabilidad en el Asia-Pacífico y el riesgo inherente de escalada, ya sea por un error de cálculo, un accidente o una decisión deliberada, en uno de los focos de tensión más observados y potencialmente explosivos del planeta. El Mar de China Oriental continúa siendo un barómetro crítico de las ambiciones geopolíticas de Pekín y de la resiliencia de las alianzas y arquitecturas de seguridad regionales diseñadas para preservar la paz. La comunidad internacional observa con atención, consciente de que las olas provocadas por el Liaoning podrían tener consecuencias que se extiendan mucho más allá de las aguas disputadas.

Referencias: CCTV, NHK