Imágenes satelitales recientes, obtenidas y analizadas por expertos en defensa, revelan un progreso notable y acelerado, en un astillero ruso en la península de Crimea, en la construcción del «Ivan Rogov», un buque de asalto anfibio destinado a convertirse en el activo naval más grande de Rusia, desafiando las sanciones internacionales.

Moscú, Rusia – Este buque, el primero de los dos planificados bajo el ambicioso Proyecto 23900, representa una apuesta significativa de Moscú por reforzar su capacidad de proyección de fuerza en una región marcada por la prolongada guerra con Ucrania. Las fotografías espaciales muestran un casco que ya se extiende por unos impresionantes 220 metros de eslora y 40 metros de manga en el Astillero Zaliv de Kerch, una instalación con profunda historia naval ahora al servicio de los objetivos militares rusos en territorio ocupado. El contraste es notable si se compara con imágenes de julio de 2024, que mostraban apenas una estructura incipiente, evidenciando un ritmo constructivo sorprendente dadas las circunstancias.

El ‘Ivan Rogov’ no es un navío cualquiera. Está concebido como un buque de desembarco universal (LHD, por sus siglas en inglés), una plataforma polivalente capaz de transportar y desplegar una fuerza de asalto considerable. Las especificaciones hablan de una capacidad para embarcar alrededor de 900 infantes de marina, junto con 75 vehículos blindados y hasta tres lanchas de desembarco para operaciones anfibias. Su cubierta de vuelo y hangares están diseñados para operar una dotación aérea de aproximadamente 15 helicópteros, incluyendo modelos de transporte de asalto como el Ka-29 y, crucialmente, helicópteros de ataque navalizados como el Ka-52K ‘Katran’.

Con un desplazamiento estimado a plena carga de hasta 30.000 toneladas, su envergadura lo sitúa en una escala comparable a la del antiguo buque insignia de la Flota del Mar Negro, el crucero ‘Moskva’, hundido en abril de 2022 tras un certero ataque con misiles ucranianos. La construcción del ‘Ivan Rogov’, cuyo coste se estimó en aproximadamente 1.300 millones de dólares en el momento de la puesta de quilla en 2020, es un claro indicativo de las crecientes ambiciones navales de Moscú y su determinación por mantener una presencia dominante en el Mar Negro, a pesar de las pérdidas sufridas y las restricciones económicas.

Crucero de misiles «Moskva».

Lo que más llama la atención de los analistas es, precisamente, la velocidad de ensamblaje observada en Kerch. ¿Cómo logra Rusia mantener este ritmo en un astillero situado en territorio ocupado y teóricamente afectado por las sanciones de Estados Unidos y Occidente? La respuesta podría residir en una mayor capacidad de producción nacional de componentes clave, superando dependencias anteriores, o bien, como sugieren algunas especulaciones, en la habilidad de Moscú para eludir las sanciones, obteniendo materiales y tecnología a través de terceros países no alineados con las restricciones occidentales. El Astillero Zaliv, aunque históricamente capaz, enfrentaba limitaciones que parecen estar siendo superadas.

Si la construcción prosigue a la cadencia actual, las proyecciones sitúan la posible entrada en servicio del ‘Ivan Rogov’ entre 2026 y 2027. Una vez operativo, este buque representaría un salto cualitativo para la Armada rusa, otorgándole una capacidad robusta para amenazar objetivos costeros, realizar desembarcos a gran escala o reforzar posiciones estratégicas en regiones disputadas, como la propia Crimea.

Sin embargo, su potencial no se limitaría a las aguas regionales. Un LHD de estas características podría funcionar como plataforma de mando flotante para operaciones expedicionarias más lejanas, alineándose con los planes rusos de incrementar su presencia naval en el Ártico, a medida que el deshielo abre nuevas rutas, y de mantener influencia en el Mediterráneo. Esta proyección de poder encaja con el objetivo declarado por el presidente Vladimir Putin desde principios de los 2000 de revitalizar las capacidades militares de Rusia.

A pesar de su imponente perfil, el ‘Ivan Rogov’ enfrenta vulnerabilidades inherentes y desafíos significativos. Su dependencia operativa de helicópteros como el Ka-52K, cuya producción en serie ha sido históricamente lenta y con desafíos técnicos, podría limitar su efectividad aérea. Además, su base en la Crimea ocupada lo convierte en un objetivo militar de alto valor estratégico para las fuerzas ucranianas, como ya ha ocurrido con otras instalaciones e infraestructuras militares rusas en la península.

Finalmente, su operatividad futura estará supeditada al complejo entorno geopolítico del Mar Negro. Turquía, miembro clave de la OTAN y guardiana de los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, ejerce un control crucial bajo la Convención de Montreux. Ankara ya utilizó en 2022 su potestad para limitar el paso de buques de guerra rusos (y de otros países no ribereños) en tiempos de guerra, una medida que podría afectar directamente las futuras misiones del ‘Ivan Rogov’ fuera del Mar Negro.

En conclusión, la construcción del ‘Ivan Rogov’ es un testimonio de la resiliencia industrial militar rusa y de su inquebrantable voluntad estratégica en el Mar Negro. Aunque podría convertirse en un punto de inflexión para la capacidad naval de Moscú, su éxito final dependerá de una compleja ecuación que incluye la superación de retos productivos (apoyo aéreo), el adiestramiento eficaz de su tripulación y, sobre todo, su capacidad para navegar las peligrosas aguas políticas y militares de la región.

Referencias: Ministerio de Defensa búlgaro, United 24 Media