El régimen de Kim Jong Un ha iniciado un grupo de arrestos internos tras el fracaso en la botadura del segundo destructor clase «Choe Hyon» de 5.000 toneladas en el Astillero Chongjin, un episodio que ha sacudido los cimientos de la industria militar norcoreana, dejando al descubierto graves fallos técnicos y organizativos.

PIONYANG, COREA DEL NORTE – La mañana del 21 de mayo de 2025 prometía ser una jornada de exhibición de la creciente pujanza naval de Corea del Norte. En el Astillero Chongjin, ubicado en la estratégica ciudad portuaria homónima, se congregaban las miradas para presenciar la botadura de un nuevo y formidable activo militar: un destructor de 5000 toneladas, pieza clave en los planes de modernización de la armada. Sin embargo, lo que debía ser una ceremonia de orgullo nacional se transformó abruptamente en un espectáculo de incompetencia y fracaso, con profundas repercusiones políticas y un líder, Kim Jong Un, visiblemente enfurecido.

El incidente, que rápidamente trascendió las herméticas fronteras norcoreanas, se desencadenó durante la crítica maniobra de botadura lateral. Según informes detallados, la sección inferior del casco del buque de guerra cedió estrepitosamente bajo la tensión, aplastándose y provocando que la imponente estructura quedara peligrosamente escorada en el agua. Imágenes satelitales capturadas con posterioridad confirmaron la magnitud del desastre: el destructor aparecía volcado, parcialmente varado en tierra firme y cubierto apresuradamente con lonas azules, un intento vano de ocultar la ignominia.

La presencia de Kim Jong Un en el evento magnificó la humillación. El líder supremo, testigo directo del fiasco, no tardó en calificar el percance como un “acto criminal”, producto de una “absoluta negligencia” por parte de los responsables. Sus palabras, cargadas de indignación, resonaron con fuerza, subrayando que el incidente había “dañado la dignidad del país”. La Comisión Militar Central de Corea del Norte se hizo eco de estas declaraciones, enfatizando que los culpables “no pueden eludir su responsabilidad por el crimen”, presagiando una purga inminente.

La maquinaria propagandística estatal, a través de la Agencia Central de Noticias de Corea (KCNA), se vio obligada a abordar el desastre. En un primer momento, KCNA informó sobre “daños estructurales” en el buque. No obstante, en una rectificación posterior que buscaba minimizar el impacto, la agencia afirmó que inspecciones submarinas no habían revelado perforaciones en el casco. Según esta versión edulcorada, los daños se limitaban a “arañazos en el costado de estribor” y una “pequeña cantidad de agua de mar” que había ingresado por la popa, una narrativa que contrastaba crudamente con la evidencia visual y la gravedad de la reacción oficial.

En este clima de tensión y búsqueda de culpables, cuatro figuras clave del Astillero Chongjin y de la industria de defensa fueron señaladas y detenidas expeditivamente. La KCNA identificó a los arrestados como el ingeniero jefe del proyecto, el jefe del taller de construcción del casco, el subdirector de asuntos administrativos del astillero y, significativamente, el vicedirector del departamento de la industria de municiones del Comité Central del gobernante Partido de los Trabajadores. Esta última detención sugiere que las implicaciones del fracaso escalaban hasta las altas esferas del complejo militar-industrial norcoreano. Además, el gerente del astillero fue citado a declarar, ampliando el círculo de escrutinio.

Analistas militares y fuentes de defensa en Corea del Sur no tardaron en ofrecer su perspectiva técnica sobre el desastre. Señalaron que la botadura lateral de un buque de guerra de semejante tonelaje es una maniobra inherentemente arriesgada y poco adecuada, especialmente para un astillero como el de Chongjin. Históricamente, estas instalaciones se han especializado en la construcción de buques civiles de menor envergadura, careciendo, presumiblemente, de la experiencia y la infraestructura necesarias para proyectos navales de esta ambición.

Este destructor malogrado no era un proyecto aislado, sino el segundo de su tipo revelado por Pyongyang en un corto lapso. El primero, perteneciente a la misma clase «Choe Hyon», había sido botado con aparente éxito en abril desde el astillero de Nampo, un centro con mayor tradición en la construcción naval militar. Tras el humillante revés en Chongjin, se informó que Kim Jong Un emitió una orden perentoria: el buque dañado debía ser reparado y puesto a flote a tiempo para una importante reunión del partido gobernante, programada para junio, un plazo que impone una presión inmensa sobre los ingenieros y técnicos restantes.

El desarrollo de estos nuevos destructores ha generado considerable especulación en círculos de inteligencia internacionales. Expertos militares han planteado la hipótesis de que el diseño y la construcción de estos buques podrían haber contado con apoyo técnico de Rusia. Este posible intercambio tecnológico se enmarcaría, según estas teorías, en una contraprestación por la ayuda militar que Corea del Norte estaría suministrando a Moscú para su campaña bélica en Ucrania, una colaboración que ha estrechado los lazos entre ambos regímenes.

Pyongyang, por su parte, ha promocionado la clase Choe Hyon como la vanguardia de su poderío naval. Afirman que estos destructores están equipados con algunos de los sistemas de armas más avanzados del país y tienen el objetivo estratégico de desafiar las crecientes actividades militares de Estados Unidos y sus aliados en la región. El fracaso en Chongjin, sin embargo, proyecta una sombra de duda sobre la capacidad real del régimen para materializar estas grandilocuentes aspiraciones, revelando una brecha preocupante entre la retórica y la ejecución en un sector tan crítico como la defensa. El incidente no solo representa una pérdida material y un retraso en el cronograma naval, sino también un golpe simbólico a la imagen de infalibilidad y fortaleza que Kim Jong Un se esfuerza por proyectar, tanto interna como externamente. La purga de responsables es solo el primer acto de un drama cuyas consecuencias a largo plazo para la industria de defensa norcoreana y su credibilidad estratégica aún están por verse.

Referencias: BBC, FirstPost