En una maniobra que delata la extrema tensión en el Golfo Pérsico, la totalidad de la flota de guerra de Estados Unidos y sus aliados ha zarpado de la base naval de Baréin. Las naves se encuentran ahora en alta mar bajo un estado de máxima alerta.
WASHINGTON D.C., ESTADOS UNIDOS – En las aguas estratégicas del Golfo Pérsico, el silencio de la diplomacia ha sido reemplazado por el eco de los motores de guerra. Fuentes de inteligencia militar han confirmado una acción sin precedentes en la región: la totalidad de la flota de combate de Estados Unidos y sus países aliados ha abandonado la seguridad de la base naval en Baréin. Las naves de guerra no están en una misión de rutina; han zarpado hacia alta mar bajo un estado de máxima alerta, una condición operativa reservada para las amenazas más inminentes y graves.

Esta drástica decisión no es una simple medida de precaución, sino la respuesta tangible a un tablero geopolítico que se calienta por momentos.
La base naval de Baréin, hogar de la Quinta Flota de la Marina de los Estados Unidos, es el epicentro del poderío naval occidental en Oriente Medio.
Su vaciamiento total envía una señal inequívoca tanto a amigos como a adversarios: el Mando Central de EE. UU. (CENTCOM) se está preparando para un escenario de confrontación directa.
El despliegue precipitado de estos activos navales —que incluyen destructores, fragatas y buques de apoyo logístico— tiene un doble objetivo.
En primer lugar, busca dispersar y proteger estos valiosos buques de un posible ataque sorpresa contra las instalaciones portuarias, un blanco fijo y vulnerable.
En segundo lugar, posiciona a la flota en una postura de combate ofensiva y defensiva en las aguas abiertas del Golfo, otorgándole libertad de maniobra para interceptar amenazas y proyectar poder si la situación lo requiere.
Este nivel de alerta no se decreta a la ligera. Responde a un flujo de inteligencia que, según analistas de defensa, apunta a la creciente probabilidad de una represalia iraní tras las recientes operaciones atribuidas a Israel.
El temor no es solo a un ataque convencional, sino a la guerra asimétrica que Teherán y sus aliados han perfeccionado, incluyendo el uso de drones suicidas, misiles antibuque o incluso el minado del vital Estrecho de Ormuz, el cuello de botella por donde transita una parte crítica del petróleo mundial.
La atmósfera de crisis se ve reforzada por otras directivas. El Departamento de Estado ha emitido autorizaciones para la evacuación voluntaria del personal diplomático no esencial y sus familias en varios países de la región, una clara indicación de que la amenaza se considera creíble y extendida.
Mientras la flota aliada navega en aguas turbulentas, cada radar y cada sonar escudriña el horizonte en busca de la chispa que podría incendiar la región. La decisión de sacar los buques a mar abierto es una jugada calculada en una partida de ajedrez de alto riesgo, donde el siguiente movimiento podría definir la paz o la guerra en Oriente Medio. El mundo contiene la respiración, observando si este despliegue logrará su efecto disuasorio o si, por el contrario, es el preludio de un conflicto inevitable.
Referencias: The New York Times, Fox 23