El Cuerpo de Marines de EE. UU. está en una profunda transformación estratégica para enfrentar a China, despojándose de capacidades tradicionales como tanques. Esta audaz reorientación genera intensos debates internos y plantea serias dudas sobre su futura versatilidad expedicionaria global, creando una fuerza de naturaleza ambivalente.
WASHINGTON D.C., ESTADOS UNIDOS – El Cuerpo de Marines de los Estados Unidos (USMC), sinónimo de proyección de poder y asaltos anfibios, se encuentra inmerso en una de sus más drásticas reestructuraciones estratégicas en décadas. Esta audaz reorientación, impulsada por la necesidad de contrarrestar la creciente influencia de China en el Pacífico, está transformando fundamentalmente la naturaleza de una fuerza históricamente diseñada para la versatilidad global. Sin embargo, este proceso no está exento de profundas contradicciones y un intenso debate interno.
Tradicionalmente, los Marines se han erigido como la punta de lanza expedicionaria de Washington, expertos en operaciones anfibias –particularmente el asalto anfíbio, una compleja acción militar para desembarcar tropas contra oposición hostil, a diferencia de un mero desembarco administrativo–. Su fortaleza residía en una robusta capacidad de armas combinadas: la infantería apoyada por tanques, potente artillería y una considerable flota aérea. Esta estructura les permitía ser una «caja de herramientas» militar, adaptable a cualquier escenario, desde las playas del Pacífico en la Segunda Guerra Mundial hasta los entornos urbanos de Faluya.

La actual doctrina del USMC, conocida como «Force Design 2030», representa un cambio radical en esta filosofía. La premisa es clara: preparar a los Marines para una posible guerra de alta intensidad contra China, especialmente en un escenario de archipiélago como el de Taiwán. Esto ha conllevado un desprendimiento significativo de activos tradicionales: más de 400 tanques han sido dados de baja, su artillería convencional drásticamente reducida (de 21 a solo 6 baterías de cañones), y un 20% de su flota de helicópteros utilitarios y de combate está en proceso de eliminación.
En contrapartida, la fuerza está adoptando una nueva panoplia de capacidades: baterías móviles de misiles antibuque, la expansión de escuadrones de drones (de dos a seis) y, crucialmente, la creación de los nuevos Regimientos de Combate Litoral. El objetivo es forjar pelotones y secciones altamente móviles, capaces de operar dispersos en islas, arrecifes e islotes del Pacífico. Equipados con radares, ópticas avanzadas y misiles de largo alcance, su misión sería guiar el fuego naval contra buques chinos y defender estos puntos vitales de incursiones enemigas. Una estrategia diseñada específicamente para un combate distribuido y letal en un entorno marítimo complejo.
Pero esta aparente especialización extrema no carece de contradicciones notables. Mientras el USMC se desprende de sus tanques, simultáneamente invierte en cientos de vehículos blindados de combate anfibio (ACV), un desarrollo originario de un diseño italiano que ha destacado por su capacidad anfibia.
Estos gigantes de 34 toneladas, capaces de transportar a 15 efectivos, son un pilar de la infantería mecanizada, una capacidad que se antoja discordante con la visión de pelotones pequeños y dispersos. La pregunta es inevitable: ¿Cómo conciliar la idea de operar en pequeños islotes con la logística de desplegar y mantener semejantes moles, tan vulnerables a los misiles en un entorno naval?

Además, la reducción de batallones de infantería es menos severa de lo esperado (de 24 a 21), y el número de infantes sigue siendo considerable, con una parte significativa destinada a la operación de estos voluminosos ACV.
Esto sugiere que, a pesar de la retórica de la especialización, una porción considerable del Cuerpo mantiene una estructura más tradicional, lo que genera una dualidad operativa desconcertante.
Esta revolución doctrinal no ha pasado desapercibida, generando una creciente ola de críticas, especialmente entre veteranos de alto rango. Un ejemplo elocuente es la exposición del coronel David Ben Moore en un reciente congreso de historia naval en España, donde, a pesar de la riqueza de su intervención, la falta de una conclusión clara sobre el futuro rol de los Marines dejó patente la incertidumbre interna.
Generales retirados como James Conway (comandante del USMC entre 2006 y 2010) han expresado su profunda preocupación. Conway ha manifestado su convicción de que el Cuerpo de Marines está cometiendo un error al desprenderse de sus tanques y reducir su artillería, sugiriendo la necesidad de preservar al menos un núcleo de fuerzas tradicionales para mantener el conocimiento y la capacidad de escalar en caso necesario.
Otros, como el teniente general Charles Wilhelm, han calificado «Force Design 2030» como un «despegue radical del rol y las capacidades tradicionales del Cuerpo de Marines». El teniente general Terrence Dake, por su parte, advierte que el USMC «está haciendo una apuesta en la que se centra demasiado en un solo adversario potencial».
La pregunta fundamental que se cierne sobre esta transformación es: ¿puede el USMC permitirse el lujo de especializarse casi exclusivamente en un escenario –la confrontación con China en el Pacífico– a expensas de su probada capacidad para responder a crisis globales? La historia del USMC es la de una fuerza expedicionaria versátil, capaz de operar en Europa, África o el Medio Oriente. ¿De qué servirán misiles antibuque y pelotones dispersos en un conflicto urbano como Faluya o un bloqueo naval en el estrecho de Bab el-Mandeb? El USMC siempre fue una caja de herramientas completa: una espada, un hacha, una sierra y un cuchillo simultáneamente. Ahora, parece aspirar a ser una daga grande y precisa, diseñada para perforar el corazón del «dragón chino», pero quizás incapaz de abordar otras amenazas.
La realidad actual del Cuerpo de Marines es una de profunda ambivalencia. Por un lado, una clara apuesta por la especialización extrema para un conflicto de alta intensidad que Estados Unidos no puede permitirse perder. Por otro, la pervivencia de capacidades tradicionales que, aunque menguadas, sugieren una reticencia a abandonar por completo el legado de una fuerza de armas combinadas.
Mientras el Pacífico demanda una «daga» especializada, las necesidades geopolíticas globales exigen una «caja de herramientas» polivalente. La tensión entre la audaz visión de futuro y la arraigada tradición define hoy el alma de los Marines, dejando abierta la pregunta: ¿será la fuerza expedicionaria del mañana o una daga formidable, pero singular, en el arsenal estadounidense?.
Referencias: DefOnline, Center for Hemispheric Defense Studies