Las comunicaciones nocturnas de Trump revelan preocupaciones estratégicas sobre la Flota Naval estadounidense

Un informe detallado elaborado por expertos en seguridad naval revela profundas vulnerabilidades estructurales en la flota estadounidense, exponiendo una compleja problemática que compromete la capacidad operativa y proyección de poder militar del país.


Washington, Estados Unidos – La preocupación por el estado de los buques de guerra de Estados Unidos no es nueva. Sin embargo, las recientes revelaciones de mensajes nocturnos enviados por el expresidente Donald Trump a su candidato a secretario de la Armada, John Phelan, han arrojado una luz crítica sobre un problema que trasciende la apariencia estética y se adentra en la operatividad, el mantenimiento y la preparación estratégica de la flota naval estadounidense.

Phelan, un empresario sin experiencia militar y estrecho aliado del exmandatario, testificó esta semana ante el Comité de Servicios Armados del Senado, donde compartió detalles sobre los insistentes mensajes de Trump centrados en embarcaciones con aspecto deteriorado. Según lo relatado por Phelan, el problema específico que desató la inquietud del entonces presidente no fue otro que el óxido visible que recubre muchos de los navíos de la flota de guerra más grande del mundo.

“Recibí mensajes del presidente Trump pasada la medianoche, queriendo respuestas inmediatas sobre qué se estaba haciendo para solucionar el óxido en los barcos de la Armada”, expresó un Phelan que osciló entre la preocupación técnica y el humor nervioso. Durante la audiencia, el senador Rick Scott, de Florida, introdujo una imagen del destructor USS Dewey, cuya oxidación resaltaba mientras estaba atracado en Singapur. Phelan admitió que el asunto requería atención urgente y sugirió que la Armada debería avergonzarse de la condición de ciertas embarcaciones.

Un problema de vieja data con implicaciones actuales

El óxido, un desafío inevitable para las flotas navales debido a la exposición constante al aire salino y al agua de mar, ha sido durante décadas un enemigo persistente para las fuerzas marítimas de Estados Unidos. Sin un mantenimiento adecuado y oportuno, la corrosión puede comprometer no solo la apariencia de las embarcaciones, sino también su integridad estructural, aumentando los costos y reduciendo la capacidad operativa en momentos críticos.

De acuerdo con un portavoz de la Armada, los marineros enfrentan un delicado equilibrio entre controlar la corrosión y atender una amplia gama de otras responsabilidades, desde el entrenamiento técnico hasta el cumplimiento de misiones operativas. Este desafío se volvió especialmente complicado durante la pandemia de COVID-19, cuando las restricciones redujeron significativamente las visitas a puertos, fundamentales para llevar a cabo mantenimiento a profundidad.

A pesar de los avances tecnológicos en recubrimientos y materiales protectores, el problema persiste. En colaboración con fabricantes, el Comando de Sistemas Navales del Mar (NAVSEA) ha desarrollado revestimientos de epoxi avanzados que han duplicado o incluso triplicado el tiempo que una embarcación puede resistir la corrosión. Sin embargo, el desafío radica en la aplicación masiva de estos recubrimientos, un proceso que enfrenta limitaciones logísticas y financieras.

Los problemas estructurales de la Armada

La oxidación visible en los buques es apenas la punta de un iceberg que revela problemas más profundos dentro de la Armada y su capacidad para mantener su infraestructura naval. Un reciente informe de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO, por sus siglas en inglés) advirtió que los astilleros navales de Estados Unidos sufren de infraestructuras obsoletas y planes de trabajo ineficientes que resultan en demoras significativas en el mantenimiento de buques críticos, como portaaviones y submarinos nucleares.

El informe proyecta que, si no se toman medidas correctivas, un tercio de los planes de mantenimiento para la flota de la Armada podrían no cumplirse para 2040. Estas fallas no solo afectan la operatividad inmediata de la marina estadounidense, sino también su capacidad estratégica para responder a amenazas globales en un escenario cada vez más competitivo.

Mientras tanto, el Pentágono ha señalado una creciente preocupación sobre la capacidad de construcción naval de China, que actualmente supera en un 200% la producción de astilleros estadounidenses. Este desequilibrio podría erosionar la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en los mares, un pilar central de su estrategia de seguridad y defensa nacional.

Soluciones legislativas y estancamientos políticos

Consciente de estos desafíos, un grupo bipartidista de legisladores promovió el año pasado la Ley SHIPS, diseñada para fortalecer la infraestructura de construcción naval y asegurar que Estados Unidos pueda satisfacer las demandas tanto actuales como futuras. A pesar de representar una solución viable, el progreso de la legislación ha sido lento debido a la polarización política y las limitaciones presupuestarias que enfrentan las cámaras legislativas.

Phelan, en su testimonio, prometió aportar «urgencia» a la implementación de mejoras en los astilleros y la construcción naval si se confirma su nominación como secretario de la Armada. Sin embargo, sus críticos expresan dudas sobre si alguien sin experiencia militar puede liderar una institución con desafíos tan complejos y de tales dimensiones estratégicas.

La estética como símbolo de poder global

Los mensajes de Trump sobre el óxido y la apariencia de los buques de guerra no son un hecho aislado ni una simple expresión de preferencia personal, sino un recordatorio de cómo la estética puede influir en la percepción de poder y estatus en el escenario global. Durante su mandato, el entonces presidente criticó vigorosamente el diseño de varios buques, calificándolos de «poco atractivos» y «anticuados». Incluso afirmó haber influido en los rediseños de ciertas embarcaciones, como la fragata clase Constellation, que describió como “un yate con misiles”. Aunque los rediseños buscaron modernizar la apariencia, también conllevaron aumentos de costos y reportaron demoras técnicas.

La apariencia de los buques no solo impacta en las relaciones diplomáticas cuando estas embarcaciones atracan en puertos extranjeros, sino que también afecta la moral de las tripulaciones, quienes ven en sus navíos un reflejo directo del apoyo gubernamental y la inversión en la fuerza naval.

Un futuro incierto

El debate sobre el óxido en los buques de guerra estadounidenses es una manifestación de problemas estructurales más profundos, que incluyen fallas sistémicas en el mantenimiento, infraestructura envejecida y desafíos industriales frente a rivales como China. El testimonio de Phelan y los mensajes nocturnos de Trump no solo han llevado la discusión a las primeras páginas, sino que también subrayan la importancia de fortalecer la capacidad naval de Estados Unidos para garantizar su rol como líder global en los océanos.

Con legislaciones estancadas, desafíos industriales y un presupuesto militar que enfrenta crecientes demandas, el estado de los buques estadounidenses, cubiertos de óxido, podría convertirse en un símbolo más amplio de una superpotencia que lucha por mantener su ventaja estratégica en un mundo cada vez más incierto.

Referencias: TWZ, Business Insider


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