En un drástico giro estratégico, la Armada de EE.UU. ha reubicado sus más modernos buques de contramedidas de minas fuera del Golfo Pérsico, en plena escalada bélica con Irán. Esta acción acompaña la masiva evacuación de personal de su base clave en Bahréin.
WASHINGTON D.C., ESTADOS UNIDOS – En una atmósfera de crisis regional que evoca los momentos más críticos de la historia reciente, la Armada de los Estados Unidos ha ejecutado una serie de maniobras de alto calado que reconfiguran su postura defensiva en Oriente Medio. En el corazón de esta vorágine, el USS Santa Barbara (LCS 32), uno de los buques de combate litoral más avanzados de su flota, ha virado inesperadamente hacia el este, poniendo rumbo a Malasia y cancelando de facto su despliegue en la estratégica base de Bahréin.
Este movimiento no es un hecho aislado. Se produce en el contexto de una evacuación a gran escala de la Actividad de Apoyo Naval (NSA) en Bahréin, el epicentro del poder naval estadounidense en la región, y tras el estallido de un conflicto abierto provocado por un ataque preventivo israelí contra infraestructuras nucleares y militares iraníes.

El periplo del USS Santa Barbara es sintomático de la rapidez con la que se ha deteriorado la situación. El buque había llegado a Kochi, India, el 10 de junio, en lo que se preveía como una escala rutinaria, similar a la realizada por su gemelo, el USS Canberra (LCS 30), un mes antes. Sin embargo, apenas dos días después, la guerra transformó el tablero geopolítico. El Comando Central de EE.UU. (CENTCOM) decretó de inmediato el máximo nivel de alerta en toda la zona de operaciones.
La base de NSA Bahréin se convirtió en un hervidero de actividad febril. Siguiendo órdenes directas del mando, se activaron los protocolos de emergencia: solo el personal esencial permaneció en sus puestos, mientras se llevaba a cabo un masivo puente aéreo para evacuar a las familias y personal no combatiente hacia la seguridad de la base de Nápoles, en Italia. Irónicamente, este escenario de pesadilla se había ensayado meses antes durante el ejercicio «Vigilant Resolve», una simulación que ahora se convertía en una cruda realidad.
Las imágenes satelitales del programa Copernicus confirman la magnitud de la operación: entre el 12 y el 17 de junio, la base, habitualmente congestionada, quedó prácticamente desierta. Toda la flota de dragaminas de la Armada estadounidense, junto a una parte significativa de la Fuerza Naval Real de Bahréin, se hizo a la mar, dispersándose por aguas del Golfo Pérsico para evitar convertirse en un blanco fácil y estático.
La tensión alcanzó un nuevo pico el 23 de junio, cuando Irán lanzó un ataque con misiles contra la cercana base aérea de Al-Udeid, en Qatar. Aunque NSA Bahréin no fue alcanzada en esta primera oleada, el ataque demostró la capacidad y la voluntad de Teherán para golpear activos estadounidenses, elevando la amenaza de un ataque directo con misiles contra las instalaciones navales.
Atrapado por la escalada, el USS Santa Barbara vio prolongada su estancia en la India, a la espera de órdenes en un entorno cada vez más volátil. Su misión, junto a la de los otros tres buques de su clase equipados con el avanzado paquete de misiones de contramedidas de minas (MCM), era crucial: debían complementar y, eventualmente, reemplazar a los veteranos dragaminas de la clase Avenger. Este despliegue, ahora en suspenso, era fundamental para garantizar la seguridad de la navegación en el vital Estrecho de Ormuz, una arteria energética mundial permanentemente amenazada por la guerra de minas.
El destino del tercer buque de este contingente, el USS Tulsa (LCS 16), es incierto. Su última posición conocida era en Guam, pero no ha llegado a Bahréin como estaba previsto y su paradero actual se mantiene clasificado.
Fuentes de la Flota del Pacífico de EE.UU., consultadas sobre estos movimientos, se han negado a ofrecer detalles, escudándose en la seguridad operacional (OPSEC) y en la política de no comentar operaciones en curso. La retirada del USS Santa Barbara y la dispersión de la flota no solo evidencian la gravedad de la crisis, sino que plantean serias preguntas sobre la capacidad de Estados Unidos para contrarrestar la amenaza de minas en una de las rutas marítimas más importantes del planeta en medio de un conflicto abierto.
Referencias: Armada de los Estados Unidos, Naval News