El nuevo portaaviones chino, Fujian, está a punto de redefinir la guerra naval con su capacidad para ejecutar ataques masivos y sincronizados. Equipado con catapultas electromagnéticas, busca replicar y modernizar tácticas de saturación, alterando el equilibrio estratégico en el Indopacífico.

PEKÍN, CHINA – En los pasillos del poder militar de Pekín resuena un nuevo concepto de poder naval, uno que se materializa en la imponente silueta de acero del portaaviones Fujian. Más que un simple buque, este coloso representa una calculada declaración de intenciones. Recientes confirmaciones por parte de medios estatales chinos, como la cadena CCTV, han desvelado que el buque insignia de la Armada del Ejército Popular de Liberación (EPL) no solo está en su fase final de preparación, sino que está siendo diseñado para ejecutar una de las maniobras más complejas y devastadoras de la guerra aeronaval: el ataque masivo desde cubierta.

Esta capacidad, inspirada directamente en los históricos Alpha Strikes de la Armada de los Estados Unidos durante la Guerra de Vietnam, supone un salto cualitativo para China. Se trata de una doctrina ofensiva que busca lanzar una oleada abrumadora de aeronaves en un lapso de tiempo muy reducido, con el objetivo de saturar y colapsar las defensas enemigas desde el primer minuto del enfrentamiento.

El secreto detrás de esta ambición radica en una pieza de ingeniería clave: el sistema de lanzamiento por catapulta electromagnética (EMALS). A diferencia de sus predecesores, el Liaoning y el Shandong, que dependen de rampas de despegue tipo ski-jump, el Fujian utiliza la misma tecnología de vanguardia que el más moderno de los portaaviones norteamericanos, el USS Gerald R. Ford. Este sistema no solo permite el despegue de aviones más pesados y con mayor carga de combustible y armamento, sino que es la piedra angular para orquestar una cadencia de lanzamientos lo suficientemente rápida como para materializar un ataque en enjambre.

Desde que inició sus pruebas de mar en mayo de 2024, el progreso del Fujian ha sido seguido con lupa por los analistas de defensa de todo el mundo. Ahora, según ha trascendido, el buque está entrando en la “fase decisiva del desarrollo de su capacidad de combate”. Expertos como el analista militar Cao Weidong han subrayado que el éxito de una operación de esta magnitud exige una coordinación impecable entre sistemas, logística y personal altamente cualificado, sugiriendo que la Armada china está a punto de alcanzar un nuevo nivel de competencia operativa.

La integración de esta doctrina en el Fujian tiene implicaciones que van mucho más allá de lo puramente técnico. Estratégicamente, dota a Pekín de una herramienta de proyección de poder formidable, especialmente en los teatros de operaciones más sensibles, como el Estrecho de Taiwán o las aguas disputadas del Mar de China Meridional.

En un hipotético escenario de conflicto, la capacidad de lanzar un enjambre de cazas y aviones de ataque podría neutralizar los sistemas de alerta temprana de Taiwán y desbordar sus defensas antiaéreas mediante la fuerza bruta del número y la velocidad. Esta plataforma naval avanzada potencia la capacidad del EPL para conducir operaciones conjuntas, permitiendo ofensivas de gran impacto desde distancias seguras, lo que a su vez minimiza el riesgo para el propio portaaviones.

Más aún, el Fujian se convierte en una pieza central de la estrategia china de anti-acceso/denegación de área (A2/AD), diseñada para disuadir y complicar la intervención de fuerzas estadounidenses y aliadas en la región. La capacidad de ejecutar ataques masivos y sincronizados obliga a los planificadores del Pentágono a recalibrar sus cálculos y estrategias para el teatro del Indo-pacífico.

Con su entrada en servicio prevista para finales de 2025, el Fujian no es solo el tercer portaaviones de China; es el símbolo de una nación que ya no se conforma con seguir la estela de las grandes potencias navales. Pekín está demostrando que no solo puede construir el hardware, sino que también está desarrollando la doctrina y la pericia para emplearlo de formas que buscan desafiar directamente la supremacía naval estadounidense. La confirmación pública de estas capacidades no es casual; es un mensaje deliberado y medido que busca alterar, de forma irreversible, el equilibrio de poder global.

Referencias: CCTV, Army Recognition