Un influyente analista estadounidense plantea la necesidad de una mayor presencia naval de EE. UU. en el Atlántico Sur, sugiriendo el establecimiento de buques de guerra en las Malvinas. Esta propuesta, con implicaciones geopolíticas significativas, busca disuadir a Argentina y optimizar despliegues estratégicos, redefiniendo la dinámica de seguridad en una región ya sensible.

BUENOS AIRES, ARGENTINA – En un panorama global marcado por la incertidumbre y la reconfiguración de las esferas de influencia, una audaz propuesta ha emergido desde las profundidades del análisis estratégico estadounidense, proyectando una sombra sobre la ya compleja geopolítica del Atlántico Sur. Michael D. Purzycki, un respetado analista, escritor y editor, cuya trayectoria incluye colaboraciones con la Armada, el Cuerpo de Marines y el Ejército de los Estados Unidos, ha planteado una cuestión que resuena con particular fuerza en los despachos de defensa y en las cancillerías de la región: «Estados Unidos no debería ignorar el Atlántico Sur».

Publicado en el sitio web del Centro de Estrategia Marítima de EE. UU., el artículo de Purzycki no es una mera reflexión, sino una clara recomendación política. El experto argumenta que, a pesar de la atención concentrada en el Atlántico Norte, el Atlántico Sur merece una consideración estratégica vital como una zona de potencial efervescencia. Su tesis central es la necesidad de establecer buques de guerra estadounidenses en las Islas Malvinas. La justificación es doble: por un lado, disuadir a la República Argentina; por otro, reducir los tiempos de despliegue naval hacia otras áreas de crisis global, como el Mar Rojo.

El análisis de Purzycki va más allá, tejiendo una intrincada red de alianzas y rivalidades emergentes. Subraya la creciente relación de defensa entre Brasil y el Reino Unido, mientras que también pone el foco en la influencia de China, cuyas inversiones en infraestructura marítima en Argentina y Brasil son cada vez más evidentes. La mención de Sudáfrica, realizando ejercicios navales con China y Rusia, completa un cuadro de actores globales convergiendo en la región. Para contrarrestar estas dinámicas y fomentar la estabilidad, el autor sugiere que Washington debería intensificar la provisión de equipo militar a Argentina y Brasil, una estrategia que, de hecho, parece estar materializándose, especialmente con Buenos Aires.

La idea de posicionar activos navales estadounidenses en las Islas Malvinas se incrusta en un contexto global ya preñado de conflictos. Con dos frentes de guerra activos —la confrontación OTAN-Rusia en Ucrania y la tensa dinámica Israel-Irán en Oriente Medio—, donde Estados Unidos y el Reino Unido ya ejercen un liderazgo militar determinante, la propuesta de Purzycki adquiere una profunda preocupación geopolítica.

Esta medida no podría ser vista como un hecho aislado. Se enmarcaría en un escenario de creciente militarización y redefinición de esferas de influencia en el Atlántico Sur. La eventual concreción de esta iniciativa podría ser percibida como una escalada militar directa y una violación de resoluciones internacionales. La base Mount Pleasant/Monte Agradable en Malvinas, ya utilizada por unidades de EE. UU. y Kosovo, miembros de la OTAN, es un recordatorio de la presencia existente. Posicionar buques de guerra estadounidenses allí iría directamente en contra de los principios de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZPCAS), que aboga por la desmilitarización regional. Una paradoja se cierne: mientras Reino Unido y EE. UU. abogan por el derecho internacional en Ucrania, una acción de esta índole en el Atlántico Sur podría evidenciar un claro doble rasero.

Aunque las Islas Malvinas geográficamente se encuentran fuera del área de operaciones tradicionales de la OTAN, la sugerencia de una presencia naval estadounidense, un miembro clave de la alianza, consolida una influencia militar en una zona históricamente disputada. Esto, sumado a la revelación de submarinos nucleares estadounidenses en la región en 2021, indica que la presencia de la organización militar atlántica en Malvinas es una realidad palpable, visible en las decisiones y actuaciones de las potencias que la sustentan.

La propuesta adquiere una relevancia adicional considerando el manifiesto interés del gobierno de Javier Milei en Argentina por asociarse a la OTAN y su intención de incorporar a Estados Unidos en el desarrollo antártico argentino a través de la construcción de una Base Naval Integrada en Ushuaia. Esta convergencia de intereses podría abrir nuevas vías de cooperación o, por el contrario, exacerbar las susceptibilidades.

Con dos frentes de guerra globales acaparando la atención de Estados Unidos y el Reino Unido, la apertura de un tercer foco de tensión en el Atlántico Sur resultaría extraordinariamente peligroso. La militarización de una zona tan sensible como Malvinas, incluso bajo el argumento de la disuasión, sería percibida como una provocación directa por Argentina y por una amplia mayoría de naciones que luchan por la erradicación del colonialismo en el mundo. La balanza de la estabilidad regional pende de un hilo, y las decisiones futuras moldearán irreversiblemente el destino del Atlántico Sur.

Referencias: Agenda Malvinas, Centro de Estrategia Marítima de los Estados Unidos