El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante una reciente reunión del Gabinete, Trump calificó de «ridículo» el declive de la construcción naval estadounidense y propone una solución inusual: recurrir a la compra de barcos de alta gama en países aliados mientras Estados Unidos trabaja en restaurar su propia capacidad productiva.
WASHINGTON D.C., ESTADOS UNIDOS – La industria de construcción naval estadounidense, símbolo de poder y autosuficiencia en décadas pasadas, enfrenta hoy uno de los momentos más críticos de su historia. En un contexto de fuerte competencia global y dominación china en la producción naval, el expresidente Donald Trump ha calificado como «ridícula» la pérdida de preeminencia de Estados Unidos en este sector. Durante una reunión de su Gabinete, no solo expresó su preocupación por la situación actual, sino que también delineó una estrategia híbrida: apuntalar la industria local mientras establece acuerdos temporales con aliados extranjeros para adquirir buques de calidad.
En el marco de estas declaraciones, Trump apuntó al notable contraste entre Estados Unidos y China en términos de capacidad de construcción naval. Según datos señalados por su asesor de seguridad nacional, Mike Waltz, en el último año los astilleros chinos recibieron aproximadamente 1700 pedidos de construcción naval, mientras que los estadounidenses apenas lograron cinco. Esta diferencia refleja, no solo la magnitud de la competencia global, sino también el estancamiento del sector en Norteamérica.
“Restaurar nuestra capacidad de construcción naval será una prioridad absoluta”, aseguró Trump, subrayando que es esencial reconstruir esta industria clave para la seguridad nacional y la economía del país.

Ante la imposibilidad de cubrir las necesidades actuales exclusivamente con producción interna, Trump sugirió la posibilidad de recurrir a naciones aliadas como Corea del Sur y Japón. “Podríamos acudir a ellos para cubrir nuestras necesidades a corto plazo”, mencionó el exmandatario, destacando que involucrar a países de confianza es una opción viable mientras se lleva a cabo la modernización de los astilleros en suelo estadounidense.
Países como Corea del Sur, con una sólida trayectoria en la construcción de buques, han mostrado interés en colaborar. Empresas icónicas como Hanwha Ocean Co., que actualmente opera el astillero de la Armada en Filadelfia, ya aseguraron contratos con la marina estadounidense, mientras HD Hyundai Heavy Industries, otro gigante surcoreano, propone construir hasta cinco buques por año para Estados Unidos. Esta compañía destaca por su capacidad técnica, al contar con 250 ingenieros especializados capaces de diseñar y construir buques de guerra de clase Aegis, similares a los utilizados por la Marina de los EE. UU.
Por su parte, Japón también aparece como un actor potencial en esta estrategia. El país asiático es líder en la construcción de destructores avanzados inspirados en los conocidos buques de clase Arleigh Burke.

Aunque la compra de buques extranjeros puede mitigar la necesidad a corto plazo, el objetivo a largo plazo es mucho más ambicioso: revitalizar la construcción naval estadounidense para devolverle su categoría de referente global. La administración Trump ya había esbozado políticas que apuntaban a modernizar los astilleros locales, una señal inequívoca de la importancia que este tema tiene no solo en términos económicos, sino también estratégicos y militares.
“Estados Unidos debe ser capaz de construir sus propios buques”, afirmó Trump, dejando en claro que no se trata únicamente de mantener una autonomía productiva, sino también de garantizar la seguridad nacional en un entorno global donde las amenazas son cambiantes y constantes.
El panorama inicial presentado por Waltz sobre la capacidad descomunal de China en construcción naval pone en relieve la urgencia del problema. Con una capacidad que, según estimaciones, es 200 veces mayor que la de Estados Unidos, el gigante asiático no solo domina este sector, sino que representa un desafío estratégico en términos de influencia geopolítica y capacidad militar.
“Debemos actuar con rapidez”, aseveraron expertos de la industria, argumentando que la compra de buques a aliados confiables como Corea del Sur o Japón no solo podría ser una solución práctica, sino también una medida geopolítica para contrarrestar el creciente poder chino. Además, destacaron que la tecnología avanzada que ofrecen estos países podría complementar la capacidad operativa de la flota estadounidense mientras se invierte en infraestructura y recursos humanos para expandir la industria local.

Si bien aún no se han detallado los tipos de buques que Estados Unidos estaría interesado en adquirir —ya sea en el rubro comercial o específicamente militar—, las declaraciones indican que el foco principal parece estar en los barcos militares, dada la necesidad de renovar y fortalecer la flota naval en un contexto de creciente competencia internacional.
Desde el buque insignia surcoreano ROKS Jeongjo el Grande, que entró en servicio el año pasado, hasta los avanzados destructores japoneses, los aliados de Estados Unidos en Asia cuentan con la experiencia y los recursos para satisfacer sus demandas actuales. Estos barcos, con tecnología Aegis y sistemas de lanzamiento vertical avanzados, representan una valiosa adición a las capacidades de la Marina estadounidense.
Mientras el Congreso evalúa las propuestas relacionadas con la modernización de la industria naval, Trump está convencido de que la aprobación legislativa no será un obstáculo para avanzar en esta visión estratégica. Su mensaje es claro: el líder republicano considera este desafío como un tema prioritario y está decidido a que Estados Unidos recupere el terreno perdido.
En última instancia, esta situación no solo habla de los retos económicos y tecnológicos de la nación, sino también de su necesidad de adaptarse rápidamente en un mundo multipolar y competitivo. A medida que se ejecuten estas políticas, el futuro de la construcción naval en Estados Unidos marcará, sin duda, una nueva etapa en su historia industrial, militar y diplomática.
Referencias: Reuters, The Washington Post