La supremacía naval estadounidense enfrenta un desafío sin precedentes mientras China consolida su liderazgo global en la construcción de buques militares y comerciales, evidenciando una transformación dramática en el equilibrio de poder marítimo mundial.
Pekín, China – En un escenario geopolítico marcado por la creciente rivalidad entre potencias, China ha superado a Estados Unidos en la producción de buques militares y comerciales, ampliando una brecha que amenaza con redefinir el equilibrio de poder en los océanos. Mientras Pekín avanza a un ritmo acelerado en la expansión de su flota, Washington enfrenta una crisis estructural en su industria naval, con dificultades para mantener su capacidad de producción y mantenimiento de embarcaciones. Esta situación ha llevado al gobierno estadounidense a tomar medidas urgentes para revitalizar un sector clave para su seguridad nacional y su posición en el mundo.
Actualmente, la Armada de Estados Unidos cuenta con 296 buques, una cifra que contrasta con los casi 400 que posee China, y que podría superar este año. A pesar de los esfuerzos por modernizar su flota, el número de embarcaciones estadounidenses ha disminuido significativamente. En el presupuesto del año fiscal 2024, solo se financiaron seis nuevos buques, mientras que se desmantelaron 15, lo que resultó en una pérdida neta de nueve unidades. Para 2025, se prevé la incorporación de seis nuevas embarcaciones, pero la retirada de 19, lo que supondrá una reducción adicional de 13 unidades.
Este declive no es solo una cuestión de números, sino también de capacidad operativa. El almirante Jim Kilby, Jefe Interino de Operaciones Navales, ha reconocido que la Armada no ha tenido el presupuesto necesario para reemplazar sus buques antiguos, lo que ha llevado a una política de “uno entra, uno sale”. Esta falta de inversión sostenida ha generado una cadena de suministro inestable y una escasez de repuestos clave, lo que ha llevado a la quiebra de numerosos proveedores.

La industria naval estadounidense, que depende en gran medida del sector militar, enfrenta graves dificultades estructurales. Empresas como Huntington Ingalls Industries (HII), BAE Systems y Fairbanks Morse Defense operan por debajo de su capacidad debido a la falta de contratos. Brad Moyer, vicepresidente de BAE Systems Ship Repair, ha señalado que su empresa funciona al 50 % de su capacidad, un reflejo de la debilidad del sector.
Además, la escasez de trabajadores cualificados ha afectado gravemente la capacidad productiva. En el astillero de HII en Pascagoula, Misisipi, la empresa ha tenido dificultades para retener a los más de 11.000 empleados necesarios para la construcción de buques militares. La competencia con otros sectores y la reducción de la brecha salarial han llevado a una alta rotación laboral, lo que compromete la viabilidad del sector.
Mientras Estados Unidos lucha por mantener su industria naval a flote, China ha consolidado su dominio en la construcción de buques militares y comerciales. Con una capacidad de producción que supera a toda la industria naval estadounidense combinada, Pekín construye más de 1.000 barcos comerciales al año, frente a los cinco que produce Estados Unidos. Esta ventaja no solo refuerza el dominio comercial de China en los océanos, sino que también le permite expandir su logística militar y su capacidad de proyección de poder.
Los astilleros chinos, de gran escala y eficiencia, han permitido a Pekín modernizar y ampliar su flota a un ritmo sin precedentes. Esta situación ha generado preocupación en Washington, donde se reconoce que el deterioro de la industria naval estadounidense no solo pone en riesgo la capacidad operativa de la Armada, sino que también compromete la seguridad nacional en un escenario de creciente rivalidad con China.
En respuesta a esta crisis, el gobierno estadounidense ha impulsado medidas para reactivar su industria naval. El presidente Donald Trump anunció la creación de una oficina en la Casa Blanca dedicada a este fin, subrayando la importancia estratégica del sector. Además, el Congreso aprobó la compra en bloque de cuatro buques anfibios, lo que permitió ahorrar 900 millones de dólares al Pentágono.

El senador Mark Kelly ha impulsado un proyecto de ley, la Ley de Barcos para América, que busca revitalizar la flota comercial estadounidense, que ha pasado de 10.000 barcos durante la Segunda Guerra Mundial a solo 85 en la actualidad. La propuesta plantea aumentar la flota en 250 unidades en una década, lo que también fortalecería la capacidad de producción de buques militares.
La reactivación de la industria naval estadounidense requiere una estrategia de largo plazo que garantice inversiones sostenidas, estabilidad en la cadena de suministro y la recuperación del capital humano necesario. Sin embargo, en un escenario de creciente competencia con China, el tiempo es un recurso cada vez más escaso.
El deterioro de la industria naval estadounidense no solo representa un desafío económico, sino también una amenaza para la seguridad nacional. En un mundo donde el control de los océanos es clave para el poder global, la capacidad de Estados Unidos para mantener su flota a flote será determinante en la geopolítica del siglo XXI.
Referencias: Xianhua, Voice of America, BBC