Dinamarca ha rechazado la solicitud de Japón para extraditar al conocido activista canadiense-estadounidense Paul Watson, líder de la organización Sea Shepherd Conservation Society y una figura emblemática en la lucha contra la caza de ballenas.
Copenhague, Dinamarca – Tras meses de controversia, Watson fue liberado en Groenlandia, donde había sido detenido en cumplimiento de una alerta roja de Interpol emitida a petición de las autoridades japonesas.
El arresto de Watson, ocurrido el pasado 21 de julio de 2024 en Nuuk, Groenlandia, se derivó de su presunta implicación en un incidente en 2010 en la Antártida. Según Japón, Watson y miembros de su tripulación arrojaron bombas malolientes a un barco ballenero japonés, lo que habría derivado en daños a la embarcación y en el presunto ataque a un miembro de la tripulación. Por este incidente, el activista enfrentaba graves cargos, incluidos conspiración para invadir propiedad privada, causar daños materiales y agresión, delitos que podrían haberle supuesto una pena de hasta 15 años de prisión en Japón.
Sin embargo, el caso ha tomado un rumbo inesperado. Peter Hummelgaard, ministro de Justicia danés, anunció que Dinamarca no procedería con la extradición debido a lo que calificó como «insuficiencias procesales». Explicó que, aunque los requisitos legales se cumplieron en su mayoría, Japón no ofreció garantías acerca de que el período que Watson permaneció detenido en Groenlandia fuera tomado en consideración en una eventual condena. Esta falta de claridad resultó determinante para frustrar los esfuerzos de Japón, cuya insistente persecución de Watson ya había generado preocupaciones en grupos de derechos humanos y activistas internacionales.
Un activista perseguido
Paul Watson, una de las figuras más controvertidas en el ámbito medioambiental, es venerado por unos como un héroe y criticado por otros como un «eco-terrorista». Su activismo se ha dirigido especialmente contra Japón e Islandia, países que, según él, violan las normativas internacionales amparadas por la Comisión Ballenera Internacional al continuar con la caza de estos cetáceos bajo supuestos «fines científicos». Aunque Sea Shepherd, la organización que fundó hace décadas, ha sido acusada de métodos extremos y confrontacionales, también ha sido aplaudida por su efectividad para interrumpir actividades balleneras que muchos consideran éticamente cuestionables.
El incidente de 2010 forma parte de una batalla más amplia entre Sea Shepherd y la flota ballenera japonesa, una lucha que ha involucrado colisiones entre embarcaciones, lanzamientos de proyectiles y acusaciones cruzadas de ilegalidad y agresión. Watson ha negado en repetidas ocasiones haber usado explosivos o haber puesto en riesgo vidas humanas durante estas campañas, argumentando que las tácticas de Sea Shepherd responden exclusivamente a la necesidad urgente de proteger el océano y su vida marina.
«Las acusaciones de Japón son falsas y tienen motivaciones políticas», declaró Watson tras su liberación. «Esto no se trata de justicia, sino de un intento de silenciar las voces que defienden a los que no pueden defenderse: las ballenas». También expresó su alivio por la decisión de Dinamarca y afirmó que aprovechará este tiempo para planificar nuevas acciones de su organización en 2025, señalando que las operaciones balleneras de Japón e Islandia seguirán siendo el foco de sus esfuerzos.

Japón responde con firmeza
Desde Tokio, las autoridades japonesas reaccionaron con decepción ante la negativa danesa. El secretario jefe del gabinete, Yoshimasa Hayashi, reiteró que Watson sigue siendo buscado internacionalmente y que sus acciones exceden los límites del activismo legítimo. «Esto no es un caso de protesta pacífica. Lo que Watson y su grupo han hecho es criminal, y no toleraremos actos que comprometan la seguridad de nuestras tripulaciones», afirmó Hayashi en una conferencia de prensa.
Japón también destacó que la notificación roja emitida por Interpol contra Watson sigue activa, lo que significa que podría ser detenido en cualquier país que reconozca estas alertas. Sin embargo, este mecanismo no garantiza automáticamente la extradición, ya que cada nación tiene plena autonomía para decidir si coopera o no dependiendo de sus propias leyes y criterios.
Implicaciones internacionales
El rechazo de Dinamarca a la solicitud de extradición ha generado un debate sobre las implicaciones políticas y legales de estos procedimientos internacionales, especialmente en casos donde la justicia parece entrelazarse con agendas nacionales y posturas ideológicas. Groenlandia, donde Watson fue detenido inicialmente, es un territorio autónomo perteneciente al Reino de Dinamarca, lo que agrega una capa adicional de complejidad al asunto. A pesar de su autonomía, fue el gobierno danés el encargado de tomar la decisión final sobre la extradición, un punto que Japón ha criticado al argumentar que el proceso debió ser tratado de manera más estricta.
El abogado de Watson, Jonas Christoffersen, también subrayó que los cargos contra su cliente estaban políticamente motivados, en un intento por desacreditar su lucha contra la industria ballenera. «Japón no persigue justicia, persigue venganza contra alguien que ha expuesto sus prácticas internacionales», comentó el defensor.
Por su parte, expertos legales han señalado que este caso podría sentar un precedente en la interpretación del derecho internacional relacionado con el activismo. Si bien la notificación roja de Interpol buscaba facilitar la cooperación entre países, la decisión de Dinamarca evidencia las limitaciones de estas herramientas en casos donde los factores humanitarios y políticos entran en juego.

El futuro de la causa
Más allá de las disputas jurídicas, el caso Paul Watson parece haber revitalizado a sus seguidores y a la comunidad ambientalista global. Tras meses de incertidumbre, Watson anunció que no retrocederá en su misión de «proteger los océanos a cualquier precio». En un mensaje dirigido a sus aliados y simpatizantes tras recuperar su libertad, el activista aseguró que su detención solo ha intensificado la urgencia de sus esfuerzos.
Mientras Dinamarca recibe aplausos de sectores que consideran que su decisión refleja un compromiso con los derechos humanos y el activismo ambiental, Japón insiste en que continuará buscando justicia a través de canales diplomáticos y legales. En este contexto, el desenlace de esta disputa podría sentar nuevas normas sobre cómo se abordan los conflictos entre la necesidad de proteger el medio ambiente y las leyes internacionales que regulan la extradición y las relaciones bilaterales.
Con nuevos planes de acción en el horizonte y una notoriedad aún mayor tras este episodio, Paul Watson y Sea Shepherd parecen haberse convertido en símbolos de una batalla global entre el activismo y las políticas estatales. Una lucha que, para muchos, trasciende fronteras y apunta hacia un futuro donde los derechos del planeta y su vida marina sean asuntos prioritarios.
Referencias: Al Jazeera, NYTimes